"Generación de la Reconciliación" Discurso de Olinda Salguero en la Conferencia Colombia hacia la Paz: Transformaciones y Desafíos”

Olinda Salguero, Directora Ejecutiva de Fundación Esquipulas, pronuncio el discurso "Generación de la Reconciliación", durante la Conferencia Internacional “Colombia hacia la Paz: Transformaciones y Desafíos” impartida por el Presidente Juan Manuel Santos, en el marco del 30 Aniversario de los Acuerdos de Paz en Centroamérica (Esquipulas I) y del 20 Aniversario de la firma de los Acuerdos de Paz en Guatemala.

La directora de la Fundación Esquipulas se suma a la voz de miles de jóvenes latinoamericanos, que pertenecen  a una generación que no vivió el horror de la guerra, sin embargo, manifiesta que pueden ser la generación de la reconciliación y la que transforme el sistema injusto en el que se vive.

Lea el discurso de Olinda Salguero Directora Ejecutiva de Fundación Esquipulas en el siguiente enlace discurso-olinda-salguero-conferencia-colombia-hacia-la-paz-transformaciones-y-desafios

 

Conferencia de Jimmy Morales: Colombia hacia la paz

 

Olinda Salguero "La Generación de la Paz"

La Generación de la Reconciliación
Olinda Salguero

Discurso pronunciado por Olinda Salguero, Directora Ejecutiva de Fundación Esquipulas durante la Conferencia Internacional “Colombia hacia la Paz: Transformaciones y Desafíos” impartida por el Presidente Juan Manuel Santos, en el marco del 30 Aniversario de los Acuerdos de Paz en Centroamérica (Esquipulas I) y del 20 Aniversario de la firma de los Acuerdos de Paz en Guatemala.

Presidente Morales, Presidente Santos, Presidente Cerezo, honorable concurrencia me sumo a los saludos protocolarios ya pronunciados.

Hablar de paz hoy, construirla, hacerla posible, es sin duda una tarea compleja, es por encima de todo un imperativo para vencer la oscura e inaceptable convicción de algunos de que la paz nunca será posible.

Hace tres décadas, inspirados en el esfuerzo de Contadora, los Acuerdos de Esquipulas establecían las bases que transformarían el rostro de la región, poniendo fin a las guerras que desangraban a nuestros pueblos, creando condiciones para la institucionalización de la democracia y contribuyendo al impulso político de la integración regional.

Hoy puedo decir, como millones de jóvenes latinoamericanos, que pertenezco a una generación que no vivió el horror de la guerra, gracias al sacrificio de muchas personas y al esfuerzo de varias generaciones que nos demostraron que hay causas, como la paz y la democracia, por las que vale la pena ofrendar la vida. Sin embargo, quiero que podamos ser la generación de la reconciliación y la que transforme este sistema injusto. ¡Estoy segura que podemos lograrlo!

Democracia no es una palabra vacía, no es una palabra –como podría pensarse hoy- desgastada por su repetición interminable, es una forma de vida, es una concepción del mundo, es una posición ética ante la vida. ¡Las ideologías si importan! Pero la polarización se sale de los márgenes de la democracia. Lo importante no es si somos de izquierda o derecha, lo que realmente importa es que seamos democráticos.

La democracia es el mayor ideal humano como parte de la libertad y la justicia. De nosotros, desde nuestra indignación por todo aquello que traiciona ese concepto, depende revitalizar y darle un profundo contenido a la palabra democracia.

Hoy nuestra realidad es otra, pero no está exenta de contradicciones. Muchas de las causas que nos enfrentaron por tanto tiempo aún están vigentes, por lo que la paz, entendida únicamente como la ausencia de guerra, tiene poco valor para alguien que apenas sobrevive, que se está muriendo de hambre o de frío.

Vivimos una paradoja, una ironía, hemos superado una guerra terrible y enfrentamos otra no menos cruel, la de la violencia cotidiana, la del crimen organizado, la del narcotráfico, la del tráfico de personas, la de las maras, la de la migración forzada por la falta de oportunidades, la de la discriminación y la exclusión, la de la violencia de género, la de la destrucción del planeta y la más grande la de la indiferencia.

En nuestra época, la paz debe ser presencia de justicia, de equidad, de un nuevo modelo de desarrollo incluyente. La paz, sólo podrá ser firme y duradera si se respetan los derechos humanos, si los individuos y los países son libres y tienen acceso a oportunidades para alcanzar la felicidad.

Aquellos que vivieron la guerra deben encontrar verdad, justicia y reparación. Quienes no la vivimos debemos contribuir a la construcción de la cultura de paz y todos y todas tenemos que ser capaces de abrazar el perdón y la reconciliación. Que nunca más arrebatemos la vida a nadie por nuestras diferencias., que tampoco lo hagamos por nuestra indiferencia.
Muchos podrán pensar que la paz y la democracia no han significado nada, pero se equivocan, significan todo. Son como el oxígeno, no somos capaces de darnos cuenta lo importante que es hasta que no podemos respirar.

La pregunta hoy es ¿Cómo entendemos la paz? Para naciones como Guatemala o Colombia, como el punto final de una terrible guerra interna, como el espacio de la reconciliación, como la posibilidad de compartir un horizonte común de futuro, es también hacer que la paz sea algo vivo, creativo, un espacio en el que quienes han sufrido hasta lo indecible y en carne propia el brutal costo de esa guerra, estén dispuestos a ofrendar aunque sea una parte de ese sufrimiento para que esa experiencia intransferible nadie la viva en sus propias almas.

Esta generación cuestiona los estereotipos heredados. Rechazamos el pasado del antagonismo y estoy segura que la mayoría queremos encontrar caminos para hacer coincidir nuestros anhelos comunes. Queremos cambiar el curso de la historia, para restaurar la dignidad de nuestras sociedades y reconstruir la confianza entre nosotros mismos.

Es que nunca se corona una cumbre, la más alta, porque siempre habrá otra y otra detrás, es nuestro sino vital. A nuestros padres les tocó una tarea, a nosotros nos toca ésta, la construcción de la paz desde otros escenarios, distintos, pero igual de complejos.

Celebramos el camino de la paz de Colombia, mucho más desde la perspectiva guatemalteca porque sabemos lo que significa, pero a la vez, estamos obligados a una lucha por la paz en nuestras casas, en nuestras calles, en nuestras ciudades, todas las horas de todos los días.

Para hacerlo hay que olvidar la indiferencia, hay que desterrarla ¿Es que acaso no fuimos capaces de salir semana tras semana a nuestras plazas para exigir el fin de un régimen que se había hundido en la corrupción? ¿No fueron nuestras voces firmes pero lejos de la violencia que lograron un triunfo histórico? Por eso, sería terrible que una sociedad que ha superado los peores trances se enfrasque en una confrontación sorda de agresividad y desconfianzas, de polarización y egoísmo, de odio.

Para los jóvenes, nosotros, los protagonistas de las redes sociales, los impulsores de una nueva manera de ver el mundo, sería desilusionante que todo quedará reducido a la cultura de los memes al canto a la frivolidad, a ese implacable “¡Qué me importa!”. Somos el presente, de nosotros depende un mañana distinto, en el que sea verdad aquello de que cansados de la corrupción y el envilecimiento de la política, podemos y debemos recuperar la política para el bienestar de todos, la Política entendida como la gestión del espacio común que todos compartimos.

La guerra empieza en la mente, es entonces en la mente que debemos plantar semillas y baluartes de paz. Por eso hacemos de la Fundación Esquipulas un punto de encuentro, un eje para el diálogo, una palestra plural para escuchar ideas distintas, un núcleo en el que la discusión sobre política, economía y sociedad, contribuya a consolidar una cultura de paz.
Nos parece fundamental, la oxigenación del debate político y la formación ciudadana de personas y grupos que rechacen todas las formas de violencia y que impulsen las reformas políticas, económicas y sociales que garanticen la paz y la reconciliación que tanto anhelamos.

Es por eso que así como debemos seguir la lucha contra la impunidad, debemos también derrotar a enemigos poderosos como la indiferencia y el odio. Porque si seguimos sembrando odio, inevitablemente vamos a cosechar más violencia, más desigualdad, terrorismo y enfrentamientos. No tiene ningún sentido, no podemos permitirnos seguir perdiendo tiempo, oportunidades y lo que más importa, más vidas.

Como dice mi buen amigo colombiano César López, “Toda bala es pérdida y toda víctima hermana”.

Para mí, la paz es la base de la democracia y del desarrollo. Ya existen las bases ahora nos toca sacudir y refundar nuestro país. No nos perdamos en el árbol, tenemos que ser capaces de ver el bosque, el problema es el sistema y es ese el que tenemos que cambiar.

Termino recordando algo que no por obvio deja de ser fundamental La interdependencia global nos obliga también a desarrollar un sentimiento de pertenencia con el otro. Nada que concibamos desde el pequeño sitio que ocupamos tendrá sentido si no somos capaces de mirarnos y actuar como parte de una gran comunidad humana con un destino común.

Estamos “condenados” a vivir juntos o superamos nuestros desafíos juntos o nos hundiremos juntos.

Los seres humanos podemos rectificar los caminos, porque mientras haya vida hay posibilidades y esperanza. Es la dignidad humana la fuerza para construir, pero cuando no se reconoce y un pueblo muere de hambre y desigualdad, esa fuerza se convierte en destrucción.

Colombia está ahora en el camino de alcanzar la paz, que ha dejado de ser únicamente un sueño de los colombianos para ser un imperativo global, un sueño compartido de toda América Latina.

Al dar la bienvenida al Presidente Juan Manuel Santos a este espacio abierto que es la Fundación Esquipulas en el que hemos contado con los valiosos aportes de Ex Presidentes de Latinoamérica de distintas tendencias y Presidentes en funciones, como Rafael Correa, Michelle Bachelet, Pepe Mujica, entre otros.

Al agradecer a todas y a todos su presencia, quiero expresar mi convicción, parafraseando una frase que he escuchado en varios espacios, pero recientemente de un joven diputado brasileño, de que tanto ustedes como yo, no queremos vivir en otro país, queremos vivir en otra Guatemala.

Los invito a que todos sintamos ambición por el poder. Sí. Escucharon bien, por el poder, pero por el PODER MORAL ese que nos de a todos la solvencia de recuperar la humanidad. No el tradicional que nos destaca por casos tan vergonzosos como la corrupción de la línea (defraudación aduanera en Guatemala) o los Panama Papers o Papeles de Panamá (evasión fiscal, que aunque legal sigue siendo inmoral).

El poder moral que nos permita no solo desterrar prácticas repochables de la política sino también construir una nueva ciudadanía.

Un poder moral y una ciudadanía que nos permitan vernos a los ojos, ver a los ojos a nuestros seres queridos y saber que hemos hecho todo lo que está a nuestro alcance, para construir un contrato social, económico, político y ambiental, impulsado por todos los sectores, en el que quepa la mayoría, en el que no dejemos deliberadamente a nadie atrás, uno que nos devuelva la dignidad, que permita que todos tengamos el derecho y las oportunidades de buscar la felicidad.

¡Hagamos posible lo necesario!

Muchas gracias

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A 30 años de la paz en Centroamérica y 20 en Guatemala por Vinicio Cerezo

PRESIDENTE SANTOS, PRESIDENTE MORALES,
VICE PRESIDENTE CABRERA, AMIGOS EXPRESIDENTES Y VICEPRESIDENTES, AMIGOS TODOS

Señor Presidente Santos, La Fundación Esquipulas se siente profundamente honrada por habernos dado la oportunidad de ser la tribuna para trasladarle al pueblo de Guatemala, su voz, como mensajero de la paz y artífice de su voluntad política, de heredarle a su pueblo un legado imperecedero: la restitución de su sagrado derecho a transitar en paz los territorios de la reconciliación nacional y el desarrollo, exigencia impostergable de una América Latina que con su inmensa riqueza no puede desgastar a sus nuevas generaciones, en la confrontación y la guerra.

La Presencia del Presidente Santos el día de hoy, tiene que ver mas con el destino y la fortuna de nuestro futuro, que con la casualidad, porque el está encarnando hoy para Colombia el sueño que tuvimos hace 30 años los Presidentes Centroamericanos: Construir la Paz, para lograr la justicia a través de la convivencia y forjar una nación y una región diferente con el esfuerzo de todos, para beneficio de todos.

Y viene en el momento oportuno, para hablarnos de la esperanza, cuando nosotros estamos perdiendo la esperanza, hablarnos del fin del enfrentamiento, cuando nosotros estamos de nuevo enfrentándonos, como si estuviéramos atados al pasado y no pudiéramos embarcarnos todos en la búsqueda del futuro.

Nuestra experiencia es buena para aprenderla, por lo bueno que logramos y por lo que no pudimos hacer, pero la tenemos y queremos ofrecerla y brindarla para que el esfuerzo que usted está haciendo Presidente, sea útil para su pueblo y para la historia que usted está construyendo.

Hemos querido escucharlo, hemos querido que los pueblos de Guatemala y de Centroamérica lo escuchen para que levante de nuevo nuestra fe en nosotros mismos y en que podemos seguir siendo los sujetos de nuestra propia historia; en 30 años de Democracia, como nunca en la historia, a 30 años de la firma de Esquipulas y a 20 años de la paz los problemas que vivimos, la ausencia de un norte seguro y la falta de la cohesión y la confianza que dan el progreso, nos ha separado y podríamos regresar a la polarización y al enfrentamiento.

Y es que la ausencia de unidad, de acuerdos reales y de rechazo a la concertación sobre políticas de estado que beneficien al país y sus mayorías, nos hizo perder oportunidades que se presentaron por la democracia y la paz: Durante mi Gobierno quisimos contratar a la compañía SGS para controlar la defraudación Aduanera y la evasión Tributaria y la ausencia de acuerdo con el Sector Privado, evitó que termináramos con la corrupción, de la ahora denominda “la línea” y la defraudación Tributaria desde el 89,

perdimos 26 años. En la firma de la Paz se elaboró una agenda social, un objetivo tributario que hubiera resuelto el problema financiero que afronta ahora el Gobierno, y se planteó una Reforma Política que hubiera sustentado partidos comprometidos con el proceso de desarrollo; la falta de consensos, la desconfianza y una cultura del enfrentamiento nos ha hecho perder muchas oportunidades durante los últimos 30 años; esta es una lección que debemos utilizar.

El espacio histórico que por nuestra perversa deformación sociopolítica, ha alimentado la inequidad, la injusticia distributiva y social, debe reducirse cada día más; nos pasa ahora lo que el Poeta Rafael Landívar afirmaba, cuando desde su propia realidad colonial afirmaba. Parecemos mendigos pidiendo limosna, sentados sobre bancos de oro.

La paz, señor presidente, conceptualmente no debiera ser la inevitable consecuencia de la guerra, sino, la concertada y cierta realización de la Justicia y del progreso.

Por esa razón, no podemos desestimar ni estigmatizar, a quienes desde la rebelión armada, han reclamado en nombre de esas mayorías escarnecidas por la explotación, la reivindicación de las aspiraciones populares ni a los que acertada o equivocadamente, pelearon creyendo sinceramente que defendían la institucionalidad y nuestro sistema.

Al contrario, debiéramos animar con entusiasmo, a quienes desde su dirigencia viabilizan los diálogos de paz, para conformar la plataforma de un entendimiento que se realice en democracia y en los movimientos sociales y políticos, la posibilidad real de hacer del diálogo y la concertación la forma privilegiada y ojalá única de buscar los satisfactores sociales y responsabilidades del Estado frente a la sociedad, del individuo frente a la sociedad y el Estado, y del sector privado frente al Estado y a la Sociedad.

Lo que estamos viviendo me ha conducido a una Reflexión sobre el motivo de nuestras polarizaciones y enfrentamientos ya en tiempo de PAZ:

HICIMOS LA PAZ, firmamos los acuerdos pero no abandonamos la cultura del enfrentamiento, el lenguaje del enfrentamiento, los conceptos del enfrentamiento, la actitud del enfrentamiento y en el fondo de nuestros corazones se quedó el resentimiento, la cólera y la ausencia del perdón.
Entre las líneas de los acuerdos no se escribió el arrepentimiento, no por la lucha, no por atacar o defendernos, sino por haber actuado impulsados por la cólera y el odio que nos llevaron mas allá de la convicción y sin el arrepentimiento no existe el perdón, ni el cambio de actitud, ni el punto final.

Acordamos el cese del enfrentamiento, el fin de las hostilidades armadas, suscribimos amnistías y escribimos memorias del dolor y la tragedia, pero no creamos un sistema legal y jurídico que permitiera perseguir la crueldad y los abusos, independientemente del cumplimiento del deber o de los avatares de la guerra, que nos permitiera solo castigar a los culpables y no condenar a las instituciones ni a los inocentes; que nos condujo solo a perseguir a los hechores materiales y no también a los responsables intelectuales.

Acordamos una agenda para desarrollar procesos que enfrentaran y resolvieran los problemas sociales y económicos que también estuvieron en la base del enfrentamiento, pero no le dimos seguimiento y los dejamos abandonados con indiferencia, creyendo que el sistema por si mismo los resolvería, pero resulto que se agravaron y están de nuevo en la base de nuestros nuevos conflictos. Fue otra de las oportunidades perdidas por la falta de comunicación.
He reflexionado que muchos términos y conceptos hasta ahora aceptados por la ciencia social y las ideologías, que estuvieron en boga en la época de la guerra interna, pero que aún usamos en nuestros discursos y conversaciones, tienden a separarnos, a ofendernos, a enfrentarnos y que debemos trabajar para cambiarlos y dejarlos de usar, en la búsqueda de disminuir nuestras diferencias, las razones de nuestras cóleras y resentimientos, y crear un nuevo lenguaje de la convivencia, de darnos cuenta que navegamos en el mismo barco y que todos somos necesarios para llegar a nuestro destino.

Palabras como “Subversivos”, “Represivos”, “Oligarcas” “Terroristas”, “Comunistas”, ”Anticomunistas” son calificativos que forman parte de un lenguaje (que aunque tuviera una base sociológica) es de la época del enfrentamiento y de la división, deben ser sustituidas por otras palabras, como “opositores”, “autoritarios”, “Empresarios”, “inversionistas”, “Competidores”, para disminuir la carga ideológica y descalificadora, que al ofender al contrario conduce a los enfrentamientos o al menos, a la ausencia de la comunicación, porque su uso nos condujo a perder las oportunidades que nos dio el proceso histórico.

De igual manera a nivel internacional, en donde debemos de empezar a abandonar los lenguajes de la confrontación ideológica o de una visión histórica colonialista o de dominación, como “El Patio Trasero” de los Estados Unidos al referirse a Centroamérica o Latinoamérica,, “Imperialistas” al Referirse a los Estados Unidos de América.

El lenguaje condiciona nuestras relaciones y obstaculiza trabajar con un nuevo enfoque más global, más de intereses comunes, de problemas comunes como es el cambio climático o el terrorismo islámico, para acordar con propiedad, políticas como “La alianza para la Prosperidad”, “la Integración Regional” o el apoyo al fortalecimiento de las Instituciones de Justicia o la Lucha contra la Corrupción, que fueron antes imposibles, porque la guerra o las justificaba o las ocultaba.

El Esfuerzo señor Presidente debe ir mas allá de los acuerdos Políticos que terminen con el enfrentamiento armado; se trata de una campaña Civilizatoria que vaya a los problemas de fondo y no permita que por las calificaciones ideológicas o polarizadoras se oculte la verdad de las cosas, a las que le tenemos que empezar a llamar por su nombre.

La Paz no puede sostenerse sin poder ver hacia el futuro, sin justicia, sin inclusión, sin proyecto, la paz no puede sostenerse sin enfrentar y resolver el post-conflicto; por ello lo invitamos Presidente Santos, porque queremos que tenga éxito, logre la paz y encamine su país al reencuentro y a la construcción de la Gran Colombia con la que hemos soñado desde el nacimiento de nuestra historia.

Y cuando lo logre Presidente, lo esperamos aquí para que nos enseñe que el enfrentamiento fue inútil, que los cientos de muertos fueron una pérdida en vano, que el odio solo nos conduce al desaliento y a la desesperanza y que para salir adelante, solo será posible si nos perdonamos, si nos comprometemos a no volver a pelear peleas ajenas, a conocer el pasado para sepultarlo y soñar con el futuro.

Nosotros lo entendemos muy bien Presidente Santos, estamos a treinta años de haber firmado la paz en Centroamérica y veinte de firmar los acuerdos de paz en Guatemala, y quisiéramos tener un reporte de logros y no de frustraciones, quisiéramos trasladarle el ejemplo de nuestro propio ejemplo, pero todavía acusamos déficit de reconciliación y no digamos de justicia. Y lo que menos quisiéramos señor presidente, es que fuéramos un mal ejemplo y desestimular la firma de los acuerdos que devuelvan la paz a los colombianos.

Y no lo vamos hacer, le ofrecemos nuestro concurso para hacer de la paz en Guatemala un ejemplo donde el sentido de victoria o derrota no se traslade a los tratados y convenios. Donde la venganza no sirva para judicializar rencores ni sea pretexto para reavivar la confrontación y hasta la guerra, que la convivencia pacífica tampoco sea símbolo de servidumbre o de explotación, y que el desarrollo equilibrado de todos nuestros pueblos encuentren en la paz la razón de ser de tanta lucha y tomen como abono de esa reconciliación la sangre derramada por todos los bandos del conflicto armado.

Tanto como la propia guerra, los traumas del post conflicto, señor Presidente Santos, son tan complicados de prever adecuadamente, que pueden continuar siendo fuentes de confrontaciones, desencuentros e instigadores del retorno a la guerra. La sabiduría de anticiparse a la siempre impredecible conducta humana debe tener gran prioridad para evitar el desencanto.

Decía en una oportunidad el Presidente del Consejo Consultivo de la Fundación Esquipulas, licenciado Danilo Roca ¨¿Cuál es el sentido de la guerra?, si el recuento de todas ellas a través de la historia nos demuestra que después de cientos de miles y aún millones de muertes, siempre, indefectiblemente terminan en la firma de la paz ¨ .

Comparto con usted mi convicción, que la paz tiene sentido porque sienta las bases de una nueva concertación Nacional, en donde cada sector, cada grupo, cada partido, cada organización, cada persona hombre o mujer, cada grupo étnico y cada institución se pongan de acuerdo en el país que quieren y trabajen juntos para lograrlo y construirlo. Esta es la verdadera concertación. Esta será la verdadera Paz

Muchas gracias.

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