La directora de la Fundación Esquipulas se suma a la voz de miles de jóvenes latinoamericanos, que pertenecen  a una generación que no vivió el horror de la guerra, sin embargo, manifiesta que pueden ser la generación de la reconciliación y la que transforme el sistema injusto en el que se vive.
Presidente Morales, Presidente Santos, Presidente Cerezo, honorable concurrencia me sumo a los saludos protocolarios ya pronunciados.
Hablar de paz hoy, construirla, hacerla posible, es sin duda una tarea compleja, es por encima de todo un imperativo para vencer la oscura e inaceptable convicción de algunos de que la paz nunca será posible.
Hoy puedo decir, como millones de jóvenes latinoamericanos, que pertenezco a una generación que no vivió el horror de la guerra, gracias al sacrificio de muchas personas y al esfuerzo de varias generaciones que nos demostraron que hay causas, como la paz y la democracia, por las que vale la pena ofrendar la vida. Sin embargo, quiero que podamos ser la generación de la reconciliación y la que transforme este sistema injusto. ¡Estoy segura que podemos lograrlo!
La democracia es el mayor ideal humano como parte de la libertad y la justicia. De nosotros, desde nuestra indignación por todo aquello que traiciona ese concepto, depende revitalizar y darle un profundo contenido a la palabra democracia.
Hoy nuestra realidad es otra, pero no está exenta de contradicciones. Muchas de las causas que nos enfrentaron por tanto tiempo aún están vigentes, por lo que la paz, entendida únicamente como la ausencia de guerra, tiene poco valor para alguien que apenas sobrevive, que se está muriendo de hambre o de frÃo.
Aquellos que vivieron la guerra deben encontrar verdad, justicia y reparación. Quienes no la vivimos debemos contribuir a la construcción de la cultura de paz y todos y todas tenemos que ser capaces de abrazar el perdón y la reconciliación. Que nunca más arrebatemos la vida a nadie por nuestras diferencias., que tampoco lo hagamos por nuestra indiferencia.
Muchos podrán pensar que la paz y la democracia no han significado nada, pero se equivocan, significan todo. Son como el oxÃgeno, no somos capaces de darnos cuenta lo importante que es hasta que no podemos respirar.
Esta generación cuestiona los estereotipos heredados. Rechazamos el pasado del antagonismo y estoy segura que la mayorÃa queremos encontrar caminos para hacer coincidir nuestros anhelos comunes. Queremos cambiar el curso de la historia, para restaurar la dignidad de nuestras sociedades y reconstruir la confianza entre nosotros mismos.
Celebramos el camino de la paz de Colombia, mucho más desde la perspectiva guatemalteca porque sabemos lo que significa, pero a la vez, estamos obligados a una lucha por la paz en nuestras casas, en nuestras calles, en nuestras ciudades, todas las horas de todos los dÃas.
La guerra empieza en la mente, es entonces en la mente que debemos plantar semillas y baluartes de paz. Por eso hacemos de la Fundación Esquipulas un punto de encuentro, un eje para el diálogo, una palestra plural para escuchar ideas distintas, un núcleo en el que la discusión sobre polÃtica, economÃa y sociedad, contribuya a consolidar una cultura de paz.
Nos parece fundamental, la oxigenación del debate polÃtico y la formación ciudadana de personas y grupos que rechacen todas las formas de violencia y que impulsen las reformas polÃticas, económicas y sociales que garanticen la paz y la reconciliación que tanto anhelamos.
Para mÃ, la paz es la base de la democracia y del desarrollo. Ya existen las bases ahora nos toca sacudir y refundar nuestro paÃs. No nos perdamos en el árbol, tenemos que ser capaces de ver el bosque, el problema es el sistema y es ese el que tenemos que cambiar.
Estamos “condenados†a vivir juntos o superamos nuestros desafÃos juntos o nos hundiremos juntos.
Los seres humanos podemos rectificar los caminos, porque mientras haya vida hay posibilidades y esperanza. Es la dignidad humana la fuerza para construir, pero cuando no se reconoce y un pueblo muere de hambre y desigualdad, esa fuerza se convierte en destrucción.
Al agradecer a todas y a todos su presencia, quiero expresar mi convicción, parafraseando una frase que he escuchado en varios espacios, pero recientemente de un joven diputado brasileño, de que tanto ustedes como yo, no queremos vivir en otro paÃs, queremos vivir en otra Guatemala.
Los invito a que todos sintamos ambición por el poder. SÃ. Escucharon bien, por el poder, pero por el PODER MORAL ese que nos de a todos la solvencia de recuperar la humanidad. No el tradicional que nos destaca por casos tan vergonzosos como la corrupción de la lÃnea (defraudación aduanera en Guatemala) o los Panama Papers o Papeles de Panamá (evasión fiscal, que aunque legal sigue siendo inmoral).
Un poder moral y una ciudadanÃa que nos permitan vernos a los ojos, ver a los ojos a nuestros seres queridos y saber que hemos hecho todo lo que está a nuestro alcance, para construir un contrato social, económico, polÃtico y ambiental, impulsado por todos los sectores, en el que quepa la mayorÃa, en el que no dejemos deliberadamente a nadie atrás, uno que nos devuelva la dignidad, que permita que todos tengamos el derecho y las oportunidades de buscar la felicidad.
Nuestra experiencia es buena para aprenderla, por lo bueno que logramos y por lo que no pudimos hacer, pero la tenemos y queremos ofrecerla y brindarla para que el esfuerzo que usted está haciendo Presidente, sea útil para su pueblo y para la historia que usted está construyendo.
Y es que la ausencia de unidad, de acuerdos reales y de rechazo a la concertación sobre polÃticas de estado que beneficien al paÃs y sus mayorÃas, nos hizo perder oportunidades que se presentaron por la democracia y la paz: Durante mi Gobierno quisimos contratar a la compañÃa SGS para controlar la defraudación Aduanera y la evasión Tributaria y la ausencia de acuerdo con el Sector Privado, evitó que termináramos con la corrupción, de la ahora denominda “la lÃnea†y la defraudación Tributaria desde el 89,
perdimos 26 años. En la firma de la Paz se elaboró una agenda social, un objetivo tributario que hubiera resuelto el problema financiero que afronta ahora el Gobierno, y se planteó una Reforma PolÃtica que hubiera sustentado partidos comprometidos con el proceso de desarrollo; la falta de consensos, la desconfianza y una cultura del enfrentamiento nos ha hecho perder muchas oportunidades durante los últimos 30 años; esta es una lección que debemos utilizar.
El espacio histórico que por nuestra perversa deformación sociopolÃtica, ha alimentado la inequidad, la injusticia distributiva y social, debe reducirse cada dÃa más; nos pasa ahora lo que el Poeta Rafael LandÃvar afirmaba, cuando desde su propia realidad colonial afirmaba. Parecemos mendigos pidiendo limosna, sentados sobre bancos de oro.
La paz, señor presidente, conceptualmente no debiera ser la inevitable consecuencia de la guerra, sino, la concertada y cierta realización de la Justicia y del progreso.
Por esa razón, no podemos desestimar ni estigmatizar, a quienes desde la rebelión armada, han reclamado en nombre de esas mayorÃas escarnecidas por la explotación, la reivindicación de las aspiraciones populares ni a los que acertada o equivocadamente, pelearon creyendo sinceramente que defendÃan la institucionalidad y nuestro sistema.
Lo que estamos viviendo me ha conducido a una Reflexión sobre el motivo de nuestras polarizaciones y enfrentamientos ya en tiempo de PAZ:
HICIMOS LA PAZ, firmamos los acuerdos pero no abandonamos la cultura del enfrentamiento, el lenguaje del enfrentamiento, los conceptos del enfrentamiento, la actitud del enfrentamiento y en el fondo de nuestros corazones se quedó el resentimiento, la cólera y la ausencia del perdón.
Entre las lÃneas de los acuerdos no se escribió el arrepentimiento, no por la lucha, no por atacar o defendernos, sino por haber actuado impulsados por la cólera y el odio que nos llevaron mas allá de la convicción y sin el arrepentimiento no existe el perdón, ni el cambio de actitud, ni el punto final.
El lenguaje condiciona nuestras relaciones y obstaculiza trabajar con un nuevo enfoque más global, más de intereses comunes, de problemas comunes como es el cambio climático o el terrorismo islámico, para acordar con propiedad, polÃticas como “La alianza para la Prosperidadâ€, “la Integración Regional†o el apoyo al fortalecimiento de las Instituciones de Justicia o la Lucha contra la Corrupción, que fueron antes imposibles, porque la guerra o las justificaba o las ocultaba.
El Esfuerzo señor Presidente debe ir mas allá de los acuerdos PolÃticos que terminen con el enfrentamiento armado; se trata de una campaña Civilizatoria que vaya a los problemas de fondo y no permita que por las calificaciones ideológicas o polarizadoras se oculte la verdad de las cosas, a las que le tenemos que empezar a llamar por su nombre.
Y no lo vamos hacer, le ofrecemos nuestro concurso para hacer de la paz en Guatemala un ejemplo donde el sentido de victoria o derrota no se traslade a los tratados y convenios. Donde la venganza no sirva para judicializar rencores ni sea pretexto para reavivar la confrontación y hasta la guerra, que la convivencia pacÃfica tampoco sea sÃmbolo de servidumbre o de explotación, y que el desarrollo equilibrado de todos nuestros pueblos encuentren en la paz la razón de ser de tanta lucha y tomen como abono de esa reconciliación la sangre derramada por todos los bandos del conflicto armado.
Tanto como la propia guerra, los traumas del post conflicto, señor Presidente Santos, son tan complicados de prever adecuadamente, que pueden continuar siendo fuentes de confrontaciones, desencuentros e instigadores del retorno a la guerra. La sabidurÃa de anticiparse a la siempre impredecible conducta humana debe tener gran prioridad para evitar el desencanto.