“Imperativos morales del ser humano ante la polÃtica y la economÃa en la globalizaciónâ€
Por José Mujica
Queridos amigos:
Mi agradecimiento al pueblo de Guatemala por un recibimiento excesivamente caluroso; a los que están mirando desde lejos este encuentro y a los muchachos que en sus fuscas pusieron ayer una nota risueña unida a nuestra humilde peripecia histórica. A la gente que lleva adelante esta Fundación y al pueblo de Guatemala en general.
Si yo no fuera un viejo, serÃa peligroso tanto calor, porque es peligroso demasiado homenaje a la gente que estaÌ viva. El bicho humano es demasiado veleidoso. La vida me enseñó una cosa: cada ser humano es una unidad, es diverso, pero nadie es más que nadie, nadie es más que nadie. Y hay que llenarse de republicanismo y entender que es una circunstancia ser gobernante o de tener un lugar de relativa jerarquÃa. No es la época de los condes, de los marqueses ni de los reyes, es la época de la República, donde en el fondo nadie es más que nadie y que como tal no hay hombre insustituible, hay causas insustituibles, que es distinto.
Nuestra vida pasa. Nuestra vida, el máximo valor que cada uno puede tener, pasa y el mundo sigue andando y la peripecia de las sociedades sigue allÃ, por lo tanto, mucha humildad estratégica y mucha vocación de servicio es en definitiva lo único que le queda como porvenir a la gente.
Es cierto que estuve unos años preso. Pero lo vuelvo a repetir aquiÌ: yo no tengo vocacioÌn de heÌroe, me faltoÌ velocidad y me agarraron. Sencillamente peleo por la libertad y he peleado por la vida y seguireÌ peleando como valor fundamental. Pero cuando uno se mete a reformar el mundo y yo conociÌ los sueños de Guatemala cuando era joven, recuerdo que Ãrbenz estuvo en el paraninfo de la universidad y eÌramos joÌvenes llenos de energiÌa y de sueños y pensaÌbamos que los cambios sociales por una humanidad mejor estaban a la vuelta de la esquina.
Y toda nuestra generacioÌn subestimoÌ las dificultades de la marcha, no el valor de la causa, que sigue intacto en el horizonte; sino comprender que auÌn con los cambios materiales, las relaciones de produccioÌn y de distribucioÌn en una sociedad, si no cambia la cultura, si no cambias vos en el fondo, no cambia nada del punto de vista esencial. Y que las batallas culturales son las maÌs difiÌciles, las maÌs largas, porque estaÌn unidas a un conjunto de valores indelebles. Un viejo pensador griego deciÌa, que el hombre es un animal poliÌtico, y es cierto, porque no es un felino, no puede vivir en soledad.
Necesita de la sociedad y si necesita para vivir de la sociedad, es un animal poliÌtico, aunque eÌl no se deÌ cuenta. Necesitamos la organizacioÌn de las relaciones humanas en el contexto de la sociedad y es la sociedad la que nos ha dado civilizacioÌn y nos ha dado dolores, pero queridos compatriotas, joÌvenes revolucionarios que estaÌn saliendo del cascaron, ojo con tirar el niño al agua en la bañera. Vivimos ahora cuarenta años maÌs de vida en promedio de que lo que viviÌamos hace 100 años y eso no es poca cosa. Este mundo injusto, inequitativo, dominador y prepotente, de todas maneras a pesar de ello nos ha legado 40 años maÌs de vida. Por lo tanto, es una visioÌn positiva al lado del desarrollo de la civilizacioÌn humana, a pesar de todas las falencias. Y siÌ, el hombre es un animal poliÌtico y la poliÌtica tiene que ver con la organizacioÌn de la sociedad.
AcaÌ viene una cosa que es de caraÌcter esencial y que nosotros padecemos: los valores, los valores que impulsan la poliÌtica. Dije al principio que en los seres humanos cada uno es una unidad y luchando por la igualdad somos diferentes. Y lo seremos porque la naturaleza tiene sus juegos, pero los valores de la poliÌtica no son los valores que conducen la conducta humana para la acumulacioÌn de la riqueza, a la multiplicacioÌn del capital. MaÌs claro: a los que les guste mucho la plata, a los que no puedan vivir sin el horizonte de ser ricos, para aquellos que creen que la felicidad humana es acumular dinero, a esos, con los cuales discrepo, pero que los quiero porque son seres humanos, en determinado lugar pueden tener una utilidad tremenda si ayudan a multiplicar el trabajo y la riqueza, pero no en campo de la poliÌtica.
Porque la poliÌtica es la lucha. No es que no existan intereses, es que la palabra intereÌs no es solamente una ecuacioÌn de caraÌcter econoÌmico. ¿Son intereses si me pongo plata en el bolsillo o tengo cheques en el banco? No, el que anda por la vida sabe que hay otros intereses, que hay cosas que no tienen nada que ver con la plata, es maÌs, si cada uno de ustedes analiza su peripecia individual, se va a dar cuenta que tal vez las cosas maÌs hermosas y las maÌs dolorosas de su propia vida no tienen nada que ver con la plata.
Es una cuestioÌn que nos pasa en el tiempo contemporaÌneo. Estamos en una etapa del desarrollo de una civilizacioÌn capitalista que necesita maÌs. ¿HabraÌ sido derrotado el neoliberalismo? Claro que lo ha sido, pero la mercaderiÌa reina en las vidrieras. Estamos rodeados por un lago de injusticias sociales, pero por otro lado estamos rodeados de ofertas de la mañana a la noche.
¡Que compraÌ esto y compraÌ lo otro! Y si tu hijo va a la escuela vienen con el reclamo que no tiene los tenis que tiene el fulano de tal y que si tuÌ no cambias el celular porque salioÌ uno nuevo y haces 4 horas de cola para que te cobren ese aparato, te pareces que estas inferiorizado en el conjunto de la sociedad. Esa cultura que nos transforma en compradores compulsivos, nos lleva de la mano, nos conduce de la mano por todas partes a entender que triunfar en la vida es igual a tener riqueza, a multiplicar riqueza, a tener maÌs poder de compra. Y te compras un carro mejor para que tu vecino lo vea o el ciÌrculo social al que perteneces y asiÌ sucesivamente, hasta que un diÌa te despiertas y eres un viejo que no puedes con los huesos. ¿Y queÌ hiciste de tu vida? Te pasaste pagando cuotas y trabajando mucho, bueno, estaÌ bien, esta es una consecuencia, el sistema actual necesita una cultura adecuada a esta eÌpoca porque necesita seguir acumulando y acumulando, y para eso necesita una humanidad que compre y que compre y que consuma, pero ¿hay freno?
Yo no estoy haciendo un discurso de pobrismo, no, pobres son los que precisan mucho porque no alcanzan nada. ¿QueÌ es lo que quiero transmitir?
Porque es esto lo que nos lleva de la manos y nos conduce a la corrupcioÌn. Es esto lo que nos lleva de la mano a no contar con recursos para in uir socialmente; es esto lo que nos lleva de la mano, particularmente en AmeÌrica Latina, a tener Estados raquiÌticos sin capacidad de hacer, porque fiscalmente no pueden cobrar impuestos. Se sienten acogotados y no tienen capacidad de realizacioÌn, y es inuÌtil. No voy a discutir si el mercado es el eje central, pero no el uÌnico de organizacioÌn de una economiÌa. Pero lo que voy a discutir hasta el final de mis diÌas, es que no le puedo pedir al mercado justicia social ni que se acuerde de los maÌs deÌbiles, por lo contrario, un paiÌs puede multiplicar constantemente su riqueza y no por ello termina ni con la pobreza ni con la indigencia, porque va quedando otra humanidad al costado del camino.
Esta es la funcioÌn del Estado, como deciÌa nuestro Don JoseÌ Valle Ordoño: “El Estado tiene la obligacioÌn eÌtica y moral de ser el escudo de los pobres y obligar de una forma u otra con poliÌticas activas a la distribucioÌnâ€. No le pidamos al mercado que tenga piedad, el mercado tienen que saber de nuÌmeros. La piedad tiene que ser una organizacioÌn poliÌtica que debe surgir del Estado.
Y como me han ahorrado literatura y para no repetir, quiero complementar: lo primero que nos ha enseñado la vida es que el primer agente de distribucioÌn, no el uÌnico, es el salario. El salario es el primer elemento.
Nosotros particularmente hace mucho que hemos transitado por el camino de la dura organizacioÌn sindical. Mi paiÌs tiene una uÌnica central de trabajadores, lo cual no quiere decir que todos piensen igual y que todos esteÌn de acuerdo. Tienen mecanismos donde trabajadores organizados y sistemas patronales, sector por sector, discuten el precio de las manos. Y cuando no se ponen de acuerdo, en determinado momento interviene el Estado. Y eso es mejor que el Estado decrete, porque mañana el Estado que quiere repartir puede ya no estar. Es mejor que los trabajadores tengan la fuerza, la costumbre y la organizacioÌn de pelear por lo que le corresponde, porque en definitiva, el Estado no debe de organizar la laÌstima, debe tratar de recobrar ciudadanÃa para que la gente tenga capacidad, recursos y condiciones para luchar junto a aquellos que le corresponde.
Y en definitiva, ¿arregla el salario todas las cuestiones? No. Hay un mundo fuera del salario. Es necesario que una economia prospere, pero se requiere de un Estado que fiscalice y tenga polÃticas fiscales y extraiga los recursos para invertir alliÌ donde el mercado no apunta.
Insisto con esto: un Estado raquÃtico, sin recursos para impulsar la enseñanza, para defender la salud, la salud pública particularmente de los pobres, un Estado sin recursos para enfrentar la masificación de la enseñanza, podrÃ¡Ì tener las mejores intenciones pero no alcanza con intenciones, se necesita maÌs de la voluntad poliÌtica y recursos. Y acaÌ viene otra tragedia contradictoria de nuestra situacioÌn: lo contradictorio es que para que una economiÌa prospere necesita inversioÌn, y la inversioÌn necesita un clima que haga posible la marcha de la economiÌa y es aquiÌ donde radica uno de los fenoÌmenos maÌs sensibles frente al cual no hay receta de la conducta poliÌtica, donde tuÌ tienes que manejar las cosas de tal manera que la economiÌa invierta. Recuerda que el inversor no es una carmelita descalza, no es un poeta, sino que el inversor es alguien que quiere multiplicar el capital que pone. Tiene, naturalmente, esa conducta.
Y tuÌ precisas que invierta para que multiplique la riqueza, pague impuestos y para que el Estado tenga para repartir. No te puedes pasar de la raya si con aplicarle la romana de los impuestos se te dispara, porque al nal te quedas con menos, pero tampoco te creas el lloro que te va a poner permanentemente, de que no podemos…, de que estamos fundidos, que el este y que el otro. Ni una cosa ni la otra. Esto siÌ es el verdadero arte maÌs difiÌcil de la conducta democraÌtica de un paÃs, ¿Por qué? Porque la democracia en el fondo es repartir poder, y repartir poder es combatir la desigualdad, los que tienen menos poder son los desiguales, los que quedan al costado del camino, los que no pueden tener capacitacioÌn superior.
La poliÌtica de igualar es la poliÌtica de a firmar en el largo plazo la democracia. Pero la democracia corre riesgo cuando demagoÌgicamente, o en las luchas de las campañas electorales, levanta programas que no va a poder cumplir jamaÌs y crea una expectativa que despueÌs no puede cumplir. Y la democracia se enferma porque a las masas hay que darles respuestas, no se les puede dar promesas en el aire eternamente, sino que necesita la sensacioÌn de que es parte y se incorpora como ciudadaniÌa.
TambieÌn hay que entender – esta es otra patologiÌa y otro riesgo que tiene la democracia -, la perla de eÌtica, asiÌ como el fracaso por promesas exageradas que no se pueden cumplir y que a veces no se pueden cumplir por el estado raquiÌtico de la fiscalidad. Porque en esta AmeÌrica Latina ponerle impuestos a los ricos parece que es una revolucioÌn impresionante. ¿Y a quieÌn le vas a cobrar impuestos? ¿A los que estaÌn en las zanjas? Esta es tambieÌn de las contradicciones, queridos compatriotas, que tenemos.
En ese marco hay un problema de imagen. Las repuÌblicas se inventaron como una repuesta a las monarquiÌas absolutas, a la necesidad de separar los poderes, porque la humanidad comprendioÌ que la esencia de la repuÌblica es la separacioÌn de poder desde el punto de vista juriÌdico. Pero es innegable que el Poder Ejecutivo tiene en todas partes la propensioÌn a cooptar el resto de los poderes y nuestras democracias se enferman por cuestiones de valores. El resto de los poderes a veces caen en corporativismos de abogados, jueces, corporaciones de poder y otras tipologiÌas que aparecen. Una cosa es la organizacioÌn sindical y social de la gente que trabaja y otra cosa es el cooperativismo que es un conjunto de gente que en el fondo busca su intereÌs por encima del intereÌs colectivo.
En AmeÌrica Latina todos hablamos la misma lengua, pero no hemos podido integrar nuestras universidades. Cada universidad parece una torre de mar l, autoÌnoma, que no parece luchar por integrar la inteligencia. Estos son los obstaÌculos, las dificultades que requieren de una herramienta.
No creo que exista una pura democracia representativa sana si no existen partidos poliÌticos fuertes. Porque los esfuerzos de una sociedad son cambios profundos y paulatinos que necesitan de la accioÌn de seres colectivos que operen a lo largo del tiempo, a lo ancho y en profundidad del paiÌs. No son para un momento. Las verdaderas causas profundas ni siquiera se resuelven en el marco de una generacioÌn.
El pacto por el progreso debe ser intergeneracional y eso soÌlo lo puede asegurar la vida sana de los partidos poliÌticos, que dura maÌs que la de los individuos. Hay que gastar mucha energiÌa porque el partido es la herramienta para el cambio, no es el cambio en siÌ. Es la herramienta que nos da la posibilidad de operar en el conjunto de la sociedad.
Una de las patologiÌas cuando caemos en la responsabilidad de gobernar tiende a confundir partido con gobierno, porque el partido estaÌ antes y despueÌs, el gobierno administra el hoy y necesita toda la fuerza y el apoyo para administrar el hoy, pero el partido tiene que cultivar la utopiÌa, tiene que pensar en el mañana. Pensar en las formacioÌn de los cuadros que van a enfrentar el porvenir.
Nos pasa que el gobierno nos come los mejores cuadros; dejamos el partido como una cosa de costado y corremos el riesgo de que en el paso del tiempo el partido tiende a transformarnos en una agencia de colocacioÌn. Las patologiÌas existen tambieÌn en la democracia y esto implica que hay que invertir cuadros en la formacioÌn, lucha e independencia del partido. AsiÌ tambieÌn las organizaciones sindicales jamaÌs deben ser la escoba de un gobierno; deben tener independencia y clase, y tener el coraje de rezongarle a su propio gobierno aunque le hayan votado.
La libertad se requiere para discrepar, no para estar de acuerdo, si no nos quedaÌbamos con la monarquiÌa. Se necesita de la libertad. Los partidos y gobiernos necesitan que les rezonguen y que les señalen el camino, exigiendo maÌs de lo que pueden dar.
Los gobiernos se equivocan pero eso es parte del costo de progresar colectivamente. Porque por encima de la medida, hay que luchar por crear ciudadaniÌa. La democracia va maÌs allaÌ del voto, de suponer la separacioÌn de poderes y elecciones limpias. Supone un compromiso sistemaÌtico y paulatino de construccioÌn de ciudadaniÌa, porque los seres humanos no son cosas, sino son parte de esta peripecia porque el primer valor es la vida, lo maÌs importante que tenemos entre nosotros y es lo que menos valor le damos. Estamos luchando por la democracia y el desarrollo, pero el desarrollo tiene sentido si propicia la felicidad humana, porque esta vida es el uÌnico capital humano que tenemos para cultivar una cuota de libertad individual, definiendo la libertad como algo preciso: es libre en el momento que tenemos tiempo para hacer lo que deseamos y orientar la vida hacia lo que deseamos, poco a poco, liviano de equipaje en la vida, para tener tiempo libre. Es el culto de la sociedad para dedicarle tiempo a las cosas que a uno le gustan.
La imposicioÌn de demanda y mercado donde la sociedad de consumo trabaja con los medios de informacioÌn, impone una cultura. Nos dejamos dominar por las exigencias materiales que no tienen fin, el fin del hiÌperconsumismo es pasarse todo el tiempo pagando cuotas. Las cosas maÌs vitales, maÌs decisivas, son sencillas.
La organizacioÌn de mercados tiende a apropiarse del tiempo de nuestra vida. A transformar el tiempo de nuestra vida en una mercaderiÌa y es una carrera de caraÌcter infinita que solo se puede frenar con medidas culturales. TuÌ no puedes determinar que no haya tráfico en la calle, no, tienes que enseñarle a tu hijo a cruzar la calle a pesar del traÌfico. En las repuÌblicas los que deciden son las mayoriÌas, debieÌramos de pensar que quienes tenemos en determinado momento el honor de que la mayoriÌa nos favorezcan, debieÌramos de vivir con su escala de valores y no copiar la escala de valores de la minoriÌa privilegiada de la sociedad.
La democracia y los partidos poliÌticos necesitan de confianza. Y no significa que los hombres y gobiernos no se equivoquen, pero los pueblos perdonan los errores, saben por instinto que se cometen errores, lo que los pueblos no toleran es que los estafen, que le estafen la confianza. El afectar la confianza en las fuerzas poliÌticas y en los dirigentes es la peor enfermedad de la democracia, por eso es el camino donde aparecen los salvadores y los magos. En el mundo no hay ni salvadores ni magos, sino causas colectivas que hay que respaldarlas con humanidad organizada. Y saber que no hay cambios a la vuelta de la esquina, que la lucha por los cambios en el sentido de tener sociedades maÌs igualitarias, maÌs equitativas con afirmacioÌn positiva de la vida, es una larga causa humana en la que no debemos de pensar de que las ideas progresistas son de nuestro tiempo: siempre la humanidad ha tenido dos o tres caras fundamentales: i) los que han tenido un sentido de igualdad, de ayuda a los oprimidos y los deÌbiles; y ii) los que han tratado de apropiarse del bienestar, que han creiÌdo y generado cuestiones de su prioridad.
Siempre ha habido una cara conservadora del hombre, tal vez el hombre lo precisa porque no se puede cambiar todo todos los diÌas. Pero esa cara conservadora, cuando se transforma en reaccionaria, le pone una muralla a la historia y es la causa de muchas desgracias para el devenir de la civilizacioÌn.
Del lado progresista de la historia podemos ser impacientes y creer en los que cambian todo con arte de magia, pero se cae en el infantilismo y no cultivan la paciencia militante de la gota de agua, organizada, disciplinada, porque construir una sociedad mejor es construir el edificio maÌs complejo y hay que hacerlo con albañiles que se forman en nuestra sociedad.
El hombre agrede la naturaleza, pudre los riÌos impulsado por el reino de la mercaderiÌa. EstaÌ agrediendo el mundo en el que vivimos. Pero el hombre ha demostrado que tiene capacidades intelectuales para determinar queÌ riÌos estaban podridos y los regenera. Este animal invasor, conquistador, tiene una potencialidad tremenda, pero hoy tiene un freno de incapacidad de reaccionar como especie. EstaÌ pensando con un vuelo corto en un tiempo que ha desatado fuerzas productivas de un volumen tal que se mueven por todo el planeta y nadie le pone control ni freno, porque estamos entrando aceleradamente en otra civilizacioÌn y a veces no nos damos cuenta porque nuestra propia cultura rechina.
En veinte años toda la gente joven va hablar dos idiomas por lo menos, lo van hablar por lo que va imponer la comunicacioÌn y no digan que este mundo sea mejor o peor, digo que ese mundo sea mejor o peor, digo que ese mundo es inevitable por la transformacioÌn de las fuerzas productivas que estaÌn reorganizando todo el planeta delante de nosotros. Pero nuestros gobiernos y nosotros estamos preocupados de coÌmo llegamos a n de mes, en coÌmo llegamos a la proÌxima eleccioÌn y en coÌmo le damos a la agenda de problemas que son mundiales. Nadie va arreglar la contaminacioÌn de los oceÌanos o de la atmoÌsfera si no se toman medidas mundiales.
El hombre tiene fuerza teÌcnica, pero tiene que tener el coraje en primer teÌrmino de cobrarle muchos de los ricos para que pongan el huevo y tener plata para obras de caraÌcter gigantesco. Y no veo a esta humanidad todaviÌa. Tendremos que sentir la tragedia de costos indudables para tener ese coraje. No seÌ, yo tengo ochenta años, estoy para salir, los maÌs joÌvenes que piensen estas cosas por eÌstos son problemas de la generacioÌn que viene.
Y para eso necesitamos otra conducta poliÌtica, preocupaciones de iÌndole superior, y lo que quiero transmitir desesperadamente es que tuÌ puedes tener una vida no porque te la determinan de afuera, sino porque tuÌ vives porque naciste. No tienes responsabilidad, pero tienes conciencia para poder orientar el rumbo de tu vida y para organizarte de otra forma para influir en el curso de la humanidad. Los seres humanos llevamos dentro una gota de egoiÌsmo como todos los bichos que hay arriba de la tierra, porque la naturaleza nos programoÌ para lucha por la vida, en primer teÌrmino por nuestra vida, y ese egoiÌsmo es una herramienta que nos impone la naturaleza, pero cuando ese egoiÌsmo se exacerba y no logramos por el flujo de la civilizacioÌn poderlo dominar y encausar, ese egoiÌsmo nos conduce al tipo de la sociedad donde el hombre es el lobo del hombre. Pero la especie, no el individuo, la especie, la humanidad, necesita solidaridad.
La humanidad hoy son los medios que tenemos. Por que decir queÌ y consolarnos con que no hay recursos para barrer la pobreza de arriba del planeta, es no querer reconocer la potencia poliÌtica de organizar los recursos, porque somos deÌbiles poliÌticamente, porque digo esto y el mundo gasta dos millones de doÌlares por minuto en presupuesto militares. No me digan que no hay plata para enfrentar la desertificación del Sahara, nunca los seres humanos tuvieron tanto recurso, tanta tecnologiÌa y tanta ciencia. Nunca este mundo raro tuvo tantas posibilidades y tanta fuerza de poder cambiar la faz del planeta. El hombre puede salvar y mejorar la suerte del planeta, el hombre puede cultivar los mares, el hombre puede purificar el aire, el agua, el hombre puede repoblar los desiertos, puede llevar la vida.
El hombre es maÌs, y si logra sobrevivir se lanzaraÌ hacia el espacio. El hombre es un bicho portentoso si logra dominar su egoiÌsmo y es capaz de profundizar en el camino del deber y de la solidaridad por amor a la vida. ¿CoÌmo no podemos pelear para nuestra vida? ¿CoÌmo no podemos pelear para que sea eternamente mejor la vida de los que han de venir luego de nosotros? Esa es una hermosa causa de amor a la vida.
No deberiÌamos olvidar nuestro drama, Guatemala, tajo doliente de nuestra AmeÌrica Latina, con sus viejas naciones indiÌgenas pisoteadas, olvidadas, pero que estaÌn alliÌ poseedoras de su cultura. Eso siÌ, no creo en la pureza de la raza. AprendiÌ de la geneÌtica animal que nada es maÌs vigoroso que los hiÌbridos. ¡Que viva la mezcla de razas y de colores y de verdadera democracia del canto de las venas y del amor arriba de la tierra! Lo contrario, la raza pura, es un desastre. Son un desastre en contra de la geneÌtica: la naturaleza estaÌ hecha para la regeneracioÌn y esta AmeÌrica es indiÌgena, negra, es de origen ibeÌrico y ha sido refugio de los desheredados de cualquier parte de la tierra que han conformado esta naciones, pero que llegamos tarde, muy tarde, a la civilizacioÌn industrial que arranco alliÌ en el Canal de la Mancha. Lleva una vanguardia.
No se crea que es la plata de las multinacionales o la plata del tesoro de Estados Unidos o de JapoÌn, la ventaja. La ventaja es cientiÌfica y tecnoloÌgica, la maÌs difiÌcil de encontrar. Tendremos que darnos cuenta que para ese mundo que se está organizando delante de nuestras narices, en unidades continentales, cuando el sueño de las relaciones multilaterales comerciales de la OMS se transformoÌ en un ayer, cuando hay maÌs de trescientos y pico de tratados de libre comercio maÌs en el mundo y otros tantos que se estaÌn discutiendo y que por lo tanto no hay libre comercio en nada, lo que cuenta es el crecimiento de las unidades continentales.
Critiquemos a Europa lo que queramos, pero Europa hace rato que sabe lo que tiene que hacer y lucha contra sus contradicciones nacionales fuere como fuere. Y alliÌ estaÌn: seiscientos y pico de millones de habitantes construyendo la unidad econoÌmica que hay maÌs grande arriba de la Tierra, con contradicciones, siÌ. Miremos lo que es el Estado Multinacional de China, un gigante inconmensurable al que ya no podremos ninguno de nosotros, de nuestros paiÌses latinoamericanos, renunciar a relaciones econoÌmicas, poliÌticas y sociales con semejante continente. Y atraÌs la India, poco a poco emergiendo. PaiÌses maÌs poblados de la tierra.
En pocos años la pregunta es esta: ¿QueÌ vamos hacer los Latinoamericanos, atomizados? ¿Ustedes se imaginan un paiÌs como Uruguay, de tres y pico millones de habitantes, o como Guatemala que debe tener bastante maÌs, discutiendo con China un Tratado de intercambio? Ya no es por los sueños de BoliÌvar o de los otros Libertadores que habiÌan fundado los Estados siguiendo los derroteros de los viejos liÌmites ni de los viejos reinados. Es ya por desesperacioÌn, por nosotros mismos en ese mundo con gigantescos continentes que se estaÌ organizando, porque ahiÌ estaÌn los Estados Unidos, la primera potencia poliÌtica, militar, econoÌmica y sobre todo cientiÌfica de nuestra eÌpoca, y que a las espaldas tiene una retaguardia, una tierra prometida: CanadaÌ.
En este mundo, o articulamos deliberadamente un acercamiento entre nosotros o somos una hoja al viento. ¿Y queÌ supone eÌsto? ¿Supone la desaparicioÌn de los estados nacionales o de las culturas nacionales? ¡No, no, agrándate o vete! Es la construccioÌn de un alero para que proteja, porque la uÌnica manera de agrandarse es juntarse, para gestar poliÌticas comunes. Este es el desafiÌo del tiempo que viene, de las nuevas generaciones. SoÌlo se respetan los seres fuertes por ahora en este mundo. Este mundo no es tan amoroso y tan civilizado. Hay que ser fuerte. Lo maÌs grandes de AmeÌrica son poca cosa por la distancia que les han sacado, Brasil y MeÌxico. ¿En las relaciones de fuerza de este mundo que viene, las fuerzas de la economiÌa seraÌn capaces de integrarnos? ¡No compañeros! ¡Los fenicios nunca integraron a nadie, no! Si esperamos la integracioÌn por el campo del negocio estamos desintegrados porque los negocios maÌs grandes nuestros por ahora son de la regioÌn hacia fuera, porque somos vendedores de materia prima en gran medida y dependemos del mundo comprador.
Nuestra burguesiÌa estaÌ hecha en esa intervencioÌn en nuestros puertos. Por lo tanto, la integracioÌn es una necesidad estrateÌgica desde el punto de vista poliÌtico. Y soÌlo habraÌ integracioÌn si hay voluntad poliÌtica. No hay partidos progresistas si estos no son capaces de luchar a muerte por la integracioÌn y luchar a muerte significa en primer teÌrmino educar a nuestros obreros, a nuestros trabajadores, que a la larga la suerte de su salario y de su trabajo tambieÌn se juega con la integracioÌn. Y decirle a burgueses de media caña: ¡tuÌ tambieÌn te juegas tu porvenir con la integracioÌn! Porque el mercado, al cual no podemos acceder para vender valor agregado, es nuestro si tomamos voluntad poliÌtica entre nosotros y construimos deliberadamente un sistema de intercambio compensatorio que nos ayude a agregar valor en nuestro intercambio y a calificar el camino de nuestro trabajo.
De lo contrario, nuestro trabajo seguiraÌ siendo primario, abasteciendo al mundo industrializado de materias primas. La economiÌa nos puede integrar si tiene direccioÌn poliÌtica, si no, no. Pero acaÌ viene otro fantasma: el tono de izquierda y derecha que pueden tener los gobiernos. Hemos aprendido en la UNASUR, en los uÌltimos años, que ni tan tan, ni tan tan, es decir, nada de radicalismos. Si no vamos a hacer pelota, porque eso tiene importancia si mantenemos la unidad, si somos capaces de construir unidad grandiosa y no la unidad que me guste a miÌ, sino la unidad que podemos llevar entre todos porque de lo contrario nos debilitamos, lo uÌnico que hacemos es en favor de los de afuera. Esto requiere de sutileza poliÌtica, nadie tiene que poner un bozal a su corazoÌn revolucionario: le tiene que poner un bozal al apuro y a la estupidez.
TuÌ te puedes sentar a la mesa de cualquier señor poderoso si tienes bien claro que esa mesa es de eÌl. Y tuÌ te sientas, dialogas, intercambias y alguna cosa puedes aprender, alguna cosa, pero nunca te olvides que esa mesa no es tuya. ManteÌn tu independencia porque tuÌ miras hacia el otro lado: la mayoriÌa es olvidada y desposeiÌda. Y tienes que mirar para tu presupuesto para n de mes. Y no necesariamente te formes un enemigo, mucho menos cuando no sabes hacer lo que hace eÌl; no te apures, no te pongas de nacionalista a muerte para tener una faÌbrica que despueÌs no sabes manejar y produce menos que antes, no, hazlo despacito mientras esteÌ generando riqueza. AdoÌbatelo si no te paga los impuestos, pero deÌjalo vivir si no lo puedes sustituir con ventaja, porque el asunto es tener para repartir. Entonces, compañeros, esta una eÌpoca a la que hay que ponerle alma. Hay que dedicarle la vida, no es cuestioÌn mucho de los joÌvenes de ahora que terminan trabajando con la multinacional, es la causa de la juventud. Hay que luchar por entender que en el mundo hay que lucha de clases, pero que nuestro deber civilizatorio es atemperar las barbaridades, esa lucha de clases y tratar de superar la antinomia y el egoiÌsmo que impone la clase social. Pero este es un desafiÌo civilizatorio de largo plazo en la construccioÌn de una humanidad mejor. No te metas a desafiar al que no puedes vencer. SaÌcate el siÌndrome de gorrioÌn de basurero a puro grito y no jodas a nadie, no te creas que tienes todas las verdades reveladas y entonces atomiza la fuerza progresista porque cada quien se cree que la sabe toda y que la tiene perfecta y la tiene redonda, y lo uÌnico que hace es dividir a las fuerzas que deberiÌan de unirse para pelear en conjunto por la superacioÌn de su pueblo.
Tengo una humilde autoridad moral de mi paiÌs porque hablo en el nombre de una izquierda que fundoÌ su frente hace cuarenta años y tiene maÌs de veinte organizaciones que estaÌn alliÌ en una democracia cristiana: todo el que la mire de afuera supone que es una torre de babel, pero siÌ funcionamos, somos el partido poliÌtico maÌs fuerte de mi paiÌs porque logramos la unidad y la peleamos todos los diÌas. Y todos los diÌas tenemos liÌos pero nadie patea la unidad que nos hizo fuertes y nos permitioÌ ser tres veces gobierno. Es precisamente la unidad y la unidad con la biodiversidad, no la unidad de la planadora en la que todos tenemos el mismo verso. Esto tambieÌn vale para el movimiento sindical en nuestro paiÌs. Si nos hubieÌramos unificado por la deÌcada de los sesenta, hubiera habido representacioÌn poliÌtica. Pero despueÌs lo logramos y si lo logramos es posible y hay que aprender de la victoria.
Hay que aprender de la historia y aprender que las poliÌticas de alianza son imprescindibles del punto de vista estrateÌgico. Y tener poliÌticas de alianza es respetar diferencias pero lograr teÌrminos comunes.
¡Viva AmeÌrica, viva Guatemala, viva la esperanza y una humanidad mejor!