Transformaciones políticas y económicas en Latinoamérica
Por Ricardo Patiño
Sobre el tema de las transformaciones políticas, económicas y sociales en Latinoamérica, voy a organizar la ponencia en un conjunto de conceptos que pueden entenderse en forma separada, pero que mejor se comprenden en su integralidad y complementariedad.
La receta neoliberal fracasada es la que pone en punto, como algunos decimos en punto de caramelo, el inicio de procesos de transformación en democracia y en paz en nuestra América Latina y Caribeña, el paradigma que la doctrina económica neoliberal ha simplificado en una frase que suena bonita pero que en su aplicación es un suicidio social.
¿Cuál es esa frase neoliberal? “El mejor estado es el que no existe” o dicho en palabras de Adam Smith: “Dejar ser, dejar pasar”. La acción, dice esta teoría, individual sin cortapisas ni regulaciones, nos proporcionará el mayor estado de bienestar posible y de libertad. En función de esto recomienda:
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Primera recomendación: no aplicar salarios mínimos porque, dicen ellos, que con esto coartan la libertad de contratación e impiden aumentar más empleos; dice que aunque sea con salarios bajos, habrá empleo.
Segunda recomendación: no establecer normativas laborales, financieras, ambientales productivas porque también, según ellos, ahuyentan a los inversionistas nacionales y extranjeros, reduce la producción y el empleo.
Tercera recomendación: dejar las iniciativas de inversión, incluso las de infraestructura, las obras de infraestructura y los servicios sociales básicos, exclusivamente al sector privado porque son más eficientes que cualquier iniciativa estatal o pública. A este respecto, sabemos, porque la realidad nos lo enseñó, que ese proceso de liberalización, flexibilización y privatización de nuestras economías, condujo a verdaderos tsunamis con consecuencias desastrosas, tanto para las economías latinoamericanas, como para la sociedad como un todo.
Una a una, las sociedades latinoamericanas —y pondré dentro de un momento las cifras para recordarlas— fueron cayendo en agudos períodos de crisis que empobrecieron a nuestros pueblos hasta llevarlos, incluso, como en el caso de mi país, Ecuador, a un éxodo masivo de la población. Más de un millón de ecuatorianos salieron entre 1999 y 2004, el 10% de la población total de mi país, con las terribles consecuencias en términos de desestructuración familiar, aunado a los problemas de radicarse irregularmente en países en los que no cuentan con una red familiar tan importante para el desenvolvimiento de la vida de los seres humanos.
Los efectos devastadores de la aplicación de la política neoliberal se han sentido en cada uno de los países de nuestra región y ni siquiera los potenciales beneficiarios de esas recetas —esto es, la banca y las grandes empresas que se turnaron en el poder en nuestros países— pudieron beneficiarse de los privilegios que esa política neoliberal les daba. ¿Por qué? Porque la crisis empobreció tanto a la sociedad, desde el punto de vista empresarial, que redujo la capacidad de consumo de la población y produjo una desaceleración económica, desempleo y finalmente la deslegitimación de esos partidos políticos y sus gobiernos que fueron cayendo, uno a uno, como un castillo de naipes en nuestra región.
Quiero recordar, para que hagamos memoria, porque esto ha pasado recién, ¿cuáles han sido algunos de los cambios de los nuevos partidos en el poder?, cambios que han hecho transformaciones radicales en los inicios de este siglo; es prácticamente una presencia política fundamental que se da un año tras otro en América Latina, particularmente en América del Sur pero también en América Central y el Caribe.
Comenzamos con el presidente Hugo Chávez Frías, que triunfa en 1998 en Venezuela y se mantiene, como consecuencia de varias reelecciones, en el gobierno hasta que fallece en el año 2013. Luego, es elegido un representante de ese mismo proyecto, Nicolás Maduro, y de ahí vienen los años sucesivos.
- En el año 2002, Ignacio Lula da Silva en Brasil
- En el 2003, Néstor Kirchner en Argentina
- En el 2004, Tabaré Vázquez en Uruguay sucedido luego por Pepe Mujica en el 2005
- Evo Morales en Bolivia, en 2006
- Michelle Bachelet en Chile, en 2007
- Daniel Ortega en Nicaragua en el 2008
- Rafael Correa en el Ecuador en el 2008
- Fernando Lugo en Paraguay, en 2009
- Mauricio Funes en el Salvador en 2009
En años anteriores estaban Bharrat Jagdeo en Guyana y Ronald Venetian en Surinam; prácticamente una sucesión permanente en toda la primera década del siglo XXI, de gobiernos que tenían un signo político totalmente contrario a los proyectos neoliberales que quisieron imponerse en nuestra región, proyectos que en algunos casos se impusieron y después fueron desarticulados por estos gobiernos porque habían sido absolutamente desastrosos para la vida de la gente y en algunos casos en que los proyectos, como el caso del Ecuador, no lograron ponerse plenamente porque las movilizaciones de la sociedad ecuatoriana, como en otros países también, evitaron la consolidación de los proyectos neoliberales.
Diez de los doce países suramericanos tienen un vuelco impresionante a sus regímenes políticos, desde el neoliberalismo hacia gobiernos nacionalistas o declaradamente revolucionarios, han tenido resultados tan exitosos que, prácticamente en todos los casos, han sido reelegidos sus presidentes o los partidos en el poder. En todos estos ejemplos o datos que yo les he dado, se produce reelección:
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Ignacio Lula da Silva es reelegido, luego Dilma Rousseff es elegida dos veces.
Néstor Kirchner es sucedido por Cristina Fernández, quien es elegida en dos ocasiones.
Tabaré Vázquez es sucedido por Pepe Mujica y luego Vázquez es reelegido otra vez.
Evo Morales es reelegido tres veces consecutivas.
Michelle Bachelet deja un periodo y después es reelegida.
Daniel Ortega es reelegido dos veces.
Rafael Correa es reelegido dos veces.
Fernando Lugo no tuvo esa suerte ni tampoco Mauricio Funes. Estamos hablando entonces de procesos que han estado absolutamente articulados a sus pueblos, con errores por supuesto, no hay gobierno perfecto, pero que han representado legítimamente y han sido consecuentes con los intereses de su pueblo.
Esto significa la apertura de un espacio político también para las legítimas demandas de quienes habían sido invisibilizados y marginados por aquellos gobiernos que privilegiaron la voz de las élites y del capital, como lo ha dicho y lo ha reiterado el expresidente Cerezo aquí, quien decía: “esta democracia es lograda por nuestro pueblo. No es lograda por los políticos que en algún momento estamos en el gobierno temporalmente, provisionalmente, son las luchas, las conquistas de nuestro pueblo, esa lucha que, en muchos casos es anónima, que no se reconoce públicamente, pero que es la que fue consolidando, fue fraguando la libertad, que fue fraguando la democracia, que fue terminando con las dictaduras aberrantes en nuestros países, la que fue creando las condiciones para que ahora podamos construir, como sí queremos efectivamente, nuestras nuevas realidades en forma democrática y en paz. La integración latinoamericana ha potenciado, ya sea protegiendo o estimulando el desarrollo de esas transformaciones”.
La mayor parte de las cumbres y eventos regionales de la última década han cambiado radicalmente la agenda y la orientación de las decisiones que se toman, o sea las cumbres de nuestra región y particularmente en la OEA.
En lo político, hemos sido capaces de defender nuestras democracias ante intentos de desestabilización como en los casos de Bolivia, Venezuela y Ecuador, aunque dichos intentos de desestabilización sí fueron exitosos en Honduras y en Paraguay, desgraciadamente.
Algo impensable para la OEA fue que hace 15 años se frenara en seco al Reino Unido cuando amenazó, por escrito, a nuestro país en el 2012 por violar la inmunidad de nuestra sede diplomática en Londres. Incluso, antes de conceder el asilo a Julián Assange, tanto el ALBA, UNASUR, CELAC y la OEA le dijeron al Reino Unido: “usted podrá ser o haber sido un gran imperio, pero a nuestra América y a ese pequeño país que es el Ecuador, usted lo respeta”; nunca más se atrevieron a siquiera amenazarnos con entrar en nuestra sede.
Obligamos a varios países europeos a disculparse con el presidente Evo Morales después de la insolencia, de la actitud prepotente y violatoria de los convenios internacionales, que obligaron al avión en el que se desplazaba a descender en un país europeo, habiendo despegado de la capital rusa, porque sospechaban que en su interior estaría Edward Snowden. Ese agravio, contra Evo Morales, contra el primer presidente indígena de nuestra región, tuvo que obtener las disculpas de los países europeos que lo cometieron; eso también es consecuencia de la fuerza política de la región.
Preservamos el derecho de Argentina de renegociar su deuda externa evitando que una decisión de un juez local —nosotros le decimos cantonal, o sea, de una pequeña ciudad o gran ciudad de Estados Unidos, no importa— determinara que la reestructuración de la deuda externa de Argentina no valía. Ese juez decidió unilateralmente sobre decisiones relacionadas al pago a acreedores argentinos, violando la soberanía de ese país.
De igual forma, en la séptima cumbre de las Américas en Panamá, también evitamos que se consumara la decisión unilateral de Estados Unidos de sancionar a Venezuela y aislarla de la comunidad internacional porque no le gusta el gobierno que ese hermano país tiene.
Allí, donde antes había una región atomizada y dividida, las élites del poder mundial encuentran ahora una región bastante más articulada y no quiero decir, tampoco, que está indisolublemente unida porque sí hay todavía algunas dificultades para cuajar esa estrecha unidad entre nuestros gobiernos, pero sí podemos decir que mucho más articulada y solidaria entre los países que antes; ahora nos entendemos, nos vemos, nos visitamos permanentemente los representantes de los gobiernos de los países latinoamericanos y caribeños y nos damos la mano, buscando la solución en paz y democracia a los problemas que se suceden entre nuestros países.
Aunque han habido históricamente, diferencias territoriales, de límites y de otra naturaleza, hemos logrado construir —esto es de lo más importante y hay que destacarlo— estos cambios que todavía no se dan en todos los países y esto es un enorme valor que tenemos que proteger y cuidar: la democracia y la paz ligada a la integración latinoamericana.
Este nuevo momento, al que el presidente Rafael Correa llama “no una época de cambios, sino un verdadero cambio de época”, se produce porque concluye históricamente —esto es conveniente tenerlo presente— un proceso de integración que necesitaba la unidad de América del Sur para cerrar el círculo que ya había iniciado el SICA en Centroamérica y CARICOM en el Caribe, mientras nuestra América del Sur, lamentablemente después de muchos intentos, no había logrado unirse. Finalmente, en el 2008, vean ustedes y recordemos cómo iba gestándose el triunfo de gobiernos nacionalistas y patrióticos en nuestra América: 1990, 1998, 2002, 2003, 2004, etc., se van creando las condiciones de este nuevo liderazgo latinoamericano para crear UNASUR. En el año 2008, los países sudamericanos se constituyen en UNASUR, que inicia la conformación, hasta ahora de 12, el Consejo Sudamericano que va desde el Consejo de la Defensa, Infraestructura, temas sociales incluso, hasta un Consejo Electoral Sudamericano que incluso nos permite recuperar nuestra autoestima.
Yo no recuerdo la información para todos los demás países, pero lo quiero decir para el mío, en el Ecuador hasta antes de que existiera UNASUR, se hacían las elecciones y el Consejo Nacional Electoral decía quién era el ganador y quién era el perdedor, y la sociedad ecuatoriana decía: “bueno sí, pero vamos a ver qué dice la Unión Europea”, o sea, mientras la Comisión de Observación de la Unión Europea no dijera que los comicios eran válidos, que todo había sido correcto y que no había habido ninguna trampa, parecía que estos no valían; imagínense ustedes, estábamos sometidos culturalmente a que los países, que además nos habían sometido durante mucho tiempo, que habían sometido al sur del mundo tanto a América como a África, nos dijeran: ¡sí! Está bien, ustedes hicieron bien, valen las elecciones. Esa vergüenza histórica la hemos corregido, ahora, UNASUR y CELAC tienen que ir construyendo su propio organismo de observación y de acompañamiento electoral que nos permita, a nosotros mismos como países soberanos, decidir cuándo nuestras elecciones son absolutamente legítimas.
El panorama quedó entonces preparado, queridos amigos, para el surgimiento de la CELAC, de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños, un nacimiento histórico, maravilloso que se produce entre el año 2010 y el 2011 y que lo conforman 33 países: toda América, menos Canadá y Estados Unidos, con una población de 600 millones de habitantes y con un producto interno bruto de más de 6 billones de dólares, esto es 6 millones de millones de dólares. ¿Cuánto significa 6 billones de dólares? El sesenta por ciento del producto interno bruto de China, sabemos el gigante que es China, el triple de la producción rusa. Además, somos el mayor productor de alimentos del mundo y el tercer mayor productor de energía eléctrica del mundo.
Las transformaciones políticas y económicas que se produjeron en nuestra región tienen algunos elementos comunes que considero importante destacar en esta presentación: si el proyecto político neoliberal apuntó hacia la estrangulación de la acción política del Estado, la prioridad para los gobiernos progresistas de la región ha sido la siguiente:
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Uno: recuperar la iniciativa y la capacidad de acción del Estado, el rol del Estado frente a los poderes nacionales e internacionales, en suma, recuperar la soberanía para tomar decisiones, por supuesto, en función de los intereses de nuestro pueblo.
Dos: su deber de construir junto a la sociedad una visión de futuro, esto es fundamental; son tan importantes estos eventos que nos permiten discutir entre nosotros cómo estamos construyendo el futuro, cómo vamos teniendo aciertos y cómo también vamos teniendo dificultades y errores, pero esa visión tiene que construirse colectivamente entre la sociedad y sus legítimos representantes, ese es otro deber del nuevo tipo de Estado en nuestra región.
Tres: la decisión de invertir en políticas de desarrollo económico y social y no como en el período neoliberal que en algunos países se prohibía invertir. En el nuestro, en el año 2000, el Fondo Monetario Internacional nos forzó, nos obligó con el chantaje de que si no, no nos prestaba una plata que se necesitaba para que funcionara la economía, a dictar una ley en el Congreso que establecía que el Estado ecuatoriano se prohibía a sí mismo, para el futuro, invertir año a año más del 3.5% del presupuesto anterior. Aunque tuviéramos excedentes enormes, aunque el precio del petróleo aumentara, como dice el presidente Correa: “aunque Bill Gates nos regalara diez mil millones de dólares de repente en un cheque”, no podíamos invertirlo. Lo único que estaba permitido hacer con esos excedentes era pagar, anticipadamente, la deuda externa a las élites financieras del mundo, imagínense ustedes lo que significó eso en esa época. Ahora el país ha cambiado, ha cambiado toda nuestra América, en general, muchos países de nuestra América y ahora nos atrevemos, y lo hacemos bien, a invertir en política económica y política social.
También lo que hemos hecho es regular los mercados, ¿hasta cuándo los mercados van a imponerse ante la sociedad? Muchos países hemos tomado decisiones, por ejemplo, me decía el expresidente de Bolivia: “el presidente Evo Morales dicta un decreto en el que establece: puede ser que nuestra tasa de interés de los préstamos, en general, sea muy alta pero el préstamo para vivienda de interés social se paga, máximo, con el cinco por ciento de interés anual y no hay que dar el veinte por ciento de entrada para que las familias tengan derecho a tener una casa propia”. Este es solamente el ejemplo de Bolivia, de muchos otros, de muchos de nuestros países en los que ahora sí, con una decisión soberana, podemos regular los mercados.
Antes era el cuco, era prohibido, era inaceptable que si le decías algo a los banqueros, que si se les preguntara siquiera algo, simplemente teníamos que someternos a ello, ¿por qué? Porque además ellos eran los Ministros de Finanzas. En nuestros países, en muchos de nuestros países, durante décadas estos ministros han sido los representantes de la banca; la banca puede hacer su negocio, pero no puede imponerse a la sociedad porque en la medida en que recoge los ahorros de la sociedad tiene demasiado poder y ese poder hay que regularlo y hay que controlarlo. En otros países, el caso del nuestro por ejemplo, incluso, por una decisión constitucional de la Asamblea Nacional Constituyente, los banqueros no pueden tener ningún otro negocio, ¡ninguno! Antes tenían el suyo y un montón a los que les prestaban la plata de los ahorristas, eran créditos vinculados. Ahora no solamente están prohibidos los créditos vinculados, sino que está prohibido que un banquero que tiene una posición hegemónica en un banco, tenga ningún otro negocio, en primer lugar para democratizar la economía y en segundo lugar para que no se lleven los recursos de los ahorros de la ciudadanía hacia sus empresas vinculadas.
Por supuesto, las particularidades no pueden ser ignoradas, cada país hace lo suyo; no hay copias, no hay modelos que imitar, hay referentes que tener en cuenta y de los que hay que aprender pero en ningún caso de imitar. Pero prevalece, sin embargo, una misma disputa: las élites contra las mayorías, el capital tratando de imponer sus intereses sobre los seres humanos y el mercado sobre la sociedad.
¿Y cuáles han sido las principales transformaciones que hemos vivido en nuestra América? En primer lugar, recordar que hemos impulsado todos estos cambios en los países progresistas y revolucionarios de nuestra América en paz y en democracia. No lo olvidemos, tenemos que cuidar esos valores enormes de la sociedad pero elaboramos nuevos marcos constitucionales.
En nuestros países no era posible gobernar porque había tantos grupos de poder dispersos que cada uno se había apropiado de un pedacito de la sociedad; un gobernante, por más buena voluntad que tuviera, por más leal que fuera al pueblo, no podía hacer nada. Nosotros tomamos la decisión, en el primer día de llegada al gobierno, el presidente Correa dictó un decreto convocando a la Asamblea Nacional Constituyente para cambiar una Constitución que no permitía gobernar porque estaba repartida en pedacitos de poder en todas las élites de nuestro país y también, modificar leyes, como aquella que comentaba en su momento, que establecían, digamos, un resultado paralizante en la sociedad.
Otras importantes decisiones que ha ido tomando nuestro gobierno es reapropiarse, por parte del Estado, de los recursos naturales y de los recursos estratégicos. Un ejemplo es Evo Morales, ya que en Bolivia se habían privatizado muchísimas empresas, como el agua, pero la reapropiación de los recursos en muchos de nuestros países ha permitido que los recursos naturales, especialmente los que están en el subsuelo, ahora puedan ayudar a financiar las políticas sociales y económicas de nuestros gobiernos.
Se adaptaron también una serie de medidas que apartaron al capital financiero de las decisiones sobre la economía nacional. Hay muchos países que tomaron decisiones sobre su deuda externa. En el caso de nuestro país, tomamos la decisión, a la mitad del primer año de gobierno, de hacer una auditoría integral de la deuda externa y descubrimos tal cantidad de irregularidades y de ilegalidades que el presidente Correa apenas recibió el informe —me tocó a mí presidir aquella Comisión de auditoría— decidió que determinadas partes de las deudas no se iban a pagar y exigimos a los tenedores de esos bonos que nos entreguen los bonos con el treinta por ciento de su valor. Con esta decisión, le ahorramos al Ecuador 9 mil millones de dólares con una deuda externa que se pagaba al 12%, mientras que en el mercado se cobraba el 2% o el 1%. Este tipo de cambios fundamentales que se hicieron también en Argentina y en algunos otros países ha permitido liberar a nuestros países de recursos que anteriormente estaban absolutamente entregados a las élites internacionales y también a sus representantes nacionales.
En relación a esto, quiero también hacer mención de algunas cosas que tienen sentido común, y tienen que ver con la utilización de los recursos financieros del Estado. Nuestro país tenía algunos miles de millones de dólares, entre 3,000 y 5,000 millones de dólares, de los fondos de la seguridad social. ¿Saben dónde los tenían depositados? En el Chase Manhattan Bank, en el Deutsche Bank, en el JP Morgan. ¿Cuánto recibían por ese depósito? Los depositábamos en esos bancos porque además, así, los banqueros que habían estado en el gobierno, habían puesto las leyes para que no hubiera otra alternativa para los gobiernos que poner esa plata depositada en lo que se llaman los bancos triple A. ¿Cuánto recibía el Ecuador por ese depósito? 0.2 o 0.3% de interés anual y al mismo tiempo, los gobiernos se endeudaban con ellos mismos al 8 o 10%, o sea que nos pagaban un 0.2% y nos prestaban nuestro mismo dinero a un 12%; un verdadero atraco. Es de sentido común, no hay que ser economista, no hay que ser máster en finanzas, cualquiera de nosotros lo sabría. El Ecuador tenía más de 3,000 millones de dólares en esos depósitos y tenía justamente tres mil millones de dólares que recompramos para impedir ese tipo de comportamientos estatales absolutamente ridículos, absolutamente antipatrióticos. Hay que continuar corrigiendo en toda nuestra región y esos ejemplos hay que ponerlos al conocimiento de los demás para que se utilicen y se aprovechen los éxitos que en algunos países hemos tenido a ese respecto.
Esto ha provocado beneficios enormes, hemos aumentado la pensión jubilar de manera impresionante: de $30 a $60 mensuales, ahora la mínima es de $400 y llega hasta más de $1,000, y esto porque tiene un rendimiento la inversión del seguro social. Ahora se invierte en el Ecuador, se invierte en exploración petrolera, se invierte en proyectos productivos que le permite al seguro social ya no ganar el 0.1%, el 0.3% sino ganar el 6%. Creamos el Banco del Estado y es el banco más solvente del país, el más grande del país y está financiando decenas de miles de viviendas construidas por los sectores populares y para la clase media a una excelente tasa de interés y con un excelente rendimiento. Para ello, simplemente pusimos de lado a la banca que no quería soltar nuestros recursos, nos tenían absolutamente amordazados. Esa liberación que se produce, no solamente cuando nos libramos de las dictaduras, sino cuando nos liberamos de las élites internas que construyen sus aparatos legales, normativas y sus instituciones para lograr los resultados que ellos quieren lograr, política tributaria extraordinariamente exitosa, también, en nuestra región que permite avanzar mucho.
Quiero señalar, antes de concluir esta parte, que al final los resultados que hemos tenido en nuestra América Latina deben ser objeto de orgullo para nosotros, aunque no quiere decir que estamos resolviendo todos los problemas, el camino que seguimos es el correcto.
Cosas tan básicas que no hemos podido trabajar anteriormente, como por ejemplo, una idea que se le ocurrió al presidente Correa, que por supuesto es un líder extremadamente capaz e ingenioso. Teníamos el problema del salario mínimo vital; muchas empresas grandes pagaban el mínimo legal a los trabajadores cuando tenían utilidades muy grandes, o empresas medianas que tienen utilidades muy grandes, pero se mantenían pagando un salario mínimo y al final, como en nuestro país hay una disposición legal que establece que de las utilidades líquidas de las empresas el 15%, al final del año, se reparte en partes iguales a los trabajadores, entonces con eso decían que compensaban el salario bajo que estaban pagando. Pero en muchos casos no había utilidades; el presidente Correa se inventó un término muy interesante, ténganlo en cuenta, tal vez les pueda servir en algún momento, “el salario de la dignidad”. Se aumentó el salario cada año más o menos el doble de la inflación, paulatinamente íbamos logrando resultados satisfactorios. Durante décadas, el salario de una familia ecuatoriana nunca alcanzaba a cubrir la canasta familiar, llegando máximo al 60-70%; en apenas 6 años se logró que el salario cubriera la canasta familiar, pero se creó el concepto de salario de la dignidad que plantea a las empresas que no le entreguen ni un centavo de impuestos de sus utilidades al Estado, hasta que no lleguen a pagarle a los trabajadores ese salario de la dignidad. Estas son cosas elementales pero que hay que ir creando y de las que también tenemos que ir aprendiendo permanentemente.
Para concluir, quiero recordarles a ustedes los avances que hemos tenido en nuestra América: en la región latinoamericana y caribeña, en el año 1990, cuando estábamos en pleno auge neoliberal, la pobreza era del 48%. En el año 2002, cuando comienza este auge de gobiernos patrióticos, había reducido la pobreza del 48 al 44%; ahora, y con algunas particularidades, el promedio ha bajado al 28%. Millones de latinoamericanos han salido de la pobreza.
En la indigencia, en el año 2002 estaba el 19% de la población de Latinoamérica y el Caribe, ahora son solamente el 12%, todavía inaceptable, debemos reducir a 0 la indigencia, pero hemos bajado del 19 al 12%. Con relación a la educación, en 1990 el 60% de los latinoamericanos terminaban la primaria, ahora es el 94% de la población que termina la educación primaria. Ese cambio es profundo, es fundamental. Puedo dar información sobre secundaria, terciaria, pero no quiero abundar en tanta información. Lo importante es que los niveles de pobreza y los niveles de indigencia de nuestras sociedades se han reducido de manera considerable como promedio. No olviden que el promedio es muy engañoso, hay países que pueden estar en una situación muy grave y hay países que pueden estar en una situación extraordinaria; un ejemplo es Uruguay y aquí está nuestro querido Pepe Mujica. El nivel de pobreza extrema en Uruguay es apenas del 1%, mientras que en la región es el 11%. El uno por ciento, no sé si me equivoco Pepe, si me equivoco me corriges después, porque hay unas estadísticas por ahí que dicen que es cero pero en la última que he visto es el uno por ciento en Uruguay.
Miren lo que ha significado la construcción de una sociedad democrática, de una sociedad progresista, de una sociedad revolucionaria en nuestro querido Uruguay. Cuánto tenemos que aprender de muchos de estos gobiernos progresistas que se atrevieron a construir, con soberanía, sus propias reglas y su propio país.
Quiero entonces, queridos amigos, decirles: América Latina y el Caribe atraviesan un momento histórico de transformaciones sociales, políticas y económicas. Hemos sido artífices y testigos de una primera fase del progresismo latinoamericano que ha consistido en una recuperación de la acción del Estado en el manejo y usufructo de la mayor parte de la riqueza, renta que ahora financia el desarrollo social y económico de nuestros pueblos y ya no las arcas del capital foráneo.
El nuevo reto de los gobiernos latinoamericanos consiste en fomentar el desarrollo de economías productivas tendientes a generar cadenas de valor agregado, economías que vinculen armónicamente el concurso de los sectores públicos, académico, científico y empresarial, y que eviten que caigamos en una reprimarización de nuestras economías. Sería el peor desastre que podemos tener si caemos, como algunos lo quieren; para ello, la integración regional es clave, la industrialización en función de ventajas competitivas que cada uno de nuestros países puede aportar, constituyen maneras inteligentes para hacer viable una segunda etapa de estas sociedades progresistas de nuestra América. Este es el reto de la región latinoamericana y caribeña que enfrentan en esta nueva etapa de transformación.
El hermanamiento real de nuestros países es la carta que debemos jugar para concretarlos y este evento, esta reunión, este compartir nuestra experiencia es tan valioso e importante. Retomando las palabras del senador Mujica, de este extraordinario hombre, humilde y que es un ejemplo para todos nosotros, pronunciadas apenas hace unos días en Montevideo, “no hay ninguna batalla más importante para el porvenir de nuestra América que la integración”.
Vamos a construirlo juntos, vamos a construir justicia, equidad y a preservar la paz en nuestra región a través de la integración, a través del hermanamiento de nuestros pueblos y a través del aprendizaje colectivo.