40 años de democracia: el camino que elegimos, el futuro que construimos

Tiempo de lectura: 4 Minutos
noviembre 6, 2025
Compartir artículo

Hace cuarenta años, Guatemala eligió el camino de la democracia. Fue una decisión colectiva que transformó su destino y marcó una nueva era en la historia política de la región. Hoy, mirar hacia atrás no es un ejercicio de nostalgia, sino de conciencia: entender lo que costó conquistar la libertad y lo que significa mantenerla viva.

Durante más de dos siglos de vida republicana, el país conoció breves destellos democráticos —como la Primavera de 1944— interrumpidos por golpes, autoritarismos y décadas de silencio. Pero en 1986, tras largas negociaciones y anhelos compartidos, Guatemala volvió a elegir con esperanza: se restableció la Constitución de 1985, asumió la presidencia Vinicio Cerezo y comenzó el periodo democrático más largo de su historia. Desde entonces, diez elecciones libres y la alternancia de partidos políticos han demostrado que el voto ciudadano puede sostener el hilo de una nación que aprendió a decidir su destino en libertad.

La democracia fue, y sigue siendo, una apuesta por el diálogo. Los Acuerdos de Esquipulas I y II, impulsados desde Guatemala, fueron más que tratados políticos: representaron un nuevo pacto moral para Centroamérica, un gesto que cambió balas por palabras y fronteras por puentes. De ese espíritu nació la firma de la paz en 1996, cuando los guatemaltecos confirmaron que el único camino posible era la reconciliación. Aquella firma no cerró un conflicto, abrió una tarea: construir una paz con justicia, igualdad y oportunidades.

Con el paso del tiempo, la democracia también se fue escribiendo en otros lenguajes: el de la tierra, el de los pueblos, el de los derechos. En 1990, el país creó la Reserva de la Biosfera Maya, la mayor área protegida de Centroamérica, y más recientemente el Corredor Biocultural entre Guatemala, México y Belice, una promesa compartida para resguardar la Selva Maya y su biodiversidad. La democracia, entendida como cuidado de lo común, se volvió también una causa verde: sembrar árboles, conservar ríos, proteger la vida.

Cuarenta años después, Guatemala es un país plural que aprendió a reconocerse en su diversidad. Los 22 idiomas mayas, junto al xinca y el garífuna, son hoy oficiales; el arte, la música y la literatura florecen como expresiones de identidad y libertad. Esta riqueza cultural no es un adorno, sino una fuerza política que sostiene la unidad desde la diversidad.

La Constitución de 1985 fue el punto de partida. Un pacto plural que reunió a distintas corrientes —demócratas cristianos, revolucionarios, liberales y centristas— y que dio forma a un Estado humanista. Esa carta magna, inspirada en el Libro Azul, fue un ejercicio de madurez cívica que apostó por la dignidad humana como principio y la institucionalidad como garantía.

En estas cuatro décadas, mujeres y jóvenes han tomado la palabra y el liderazgo. Su participación ha ampliado los límites de la democracia: desde los movimientos estudiantiles y las organizaciones comunitarias hasta los emprendimientos sociales y los espacios de poder político. La democracia dejó de ser un asunto de élites para convertirse en una causa generacional, femenina y diversa.

También cambió la forma de entender el desarrollo. La descentralización permitió que los municipios recibieran recursos directos y diseñaran sus propios proyectos, acercando oportunidades a miles de comunidades. La educación se expandió: el analfabetismo bajó del 40% en 1986 a menos del 15% en la actualidad, y el acceso de niñas y mujeres creció como nunca antes. La salud pública, con sus limitaciones, logró aumentar la esperanza de vida a más de 74 años.

Pero tal vez el mayor logro sea intangible: la libertad de expresión. Antes de 1985, opinar podía costar la vida. Hoy, pese a las amenazas que persisten, Guatemala cuenta con una prensa viva, un arte crítico y una ciudadanía que no calla. Esa voz colectiva es la verdadera fortaleza de la democracia.

Los últimos años lo han demostrado. En 1993, el intento de autogolpe fue contenido por las instituciones; en 2015, la renuncia presidencial por corrupción se resolvió dentro de la ley; y en 2023, miles de ciudadanos —especialmente pueblos indígenas— defendieron la voluntad popular en las calles y en las urnas. En cada crisis, la democracia se ha sostenido no por decreto, sino por convicción.

Y es precisamente ese espíritu el que se reafirmó en el Foro Regional Esquipulas 2025, que reunió a expresidentes, académicos, liderazgos juveniles y representantes de la sociedad civil para conmemorar los 40 años de democracia y trazar nuevas rutas de integración hacia la prosperidad regional. Ese foro, heredero del pensamiento de Esquipulas I y II, volvió a demostrar que el diálogo, la cooperación y la visión compartida son las herramientas más poderosas para sostener y renovar la democracia en Centroamérica.

Cuarenta años después, el país mira hacia adelante. La democracia no es perfecta, pero es el terreno donde florecen las posibilidades: la justicia, la equidad, la innovación, la sostenibilidad. Es el espacio donde los desacuerdos no destruyen, sino construyen.

Hoy Guatemala no celebra un aniversario: celebra una decisión.
La de elegir la palabra sobre el miedo, el voto sobre la imposición, la convivencia sobre la violencia. La de seguir construyendo —pese a todo— un futuro en común.

Porque cada generación, con su voz y su voto, vuelve a elegir la democracia.
Y en esa elección cotidiana, el país sigue recordando que la democracia no se hereda: se ejerce, se cuida y se renueva.

Siguenos

Contacto

Avenida hincapié 28-48 zona 13
Centroamércia
Guatemala, Guatemala.
info@fundaesq.org