Desde la FAO, la joven lideresa abogó por sistemas agroalimentarios sostenibles y por una mayor participación de las juventudes en la toma de decisiones globales.
A los 27 años, Verónica Yacabalquiej llevó la voz de Guatemala y Centroamérica al Foro Mundial de la Alimentación 2025, celebrado en Roma bajo el liderazgo de la FAO. Su participación, respaldada por la Fundación Esquipulas y la Global Peace Foundation a través del Encuentro Centroamericano de Líderes Emergentes (ECLE) y el Foro Regional Esquipulas, encarna a una generación que asume con compromiso los grandes desafíos del presente: la seguridad alimentaria, el cambio climático y la inclusión de los pueblos indígenas.

En esta entrevista, Verónica comparte sus reflexiones, aprendizajes y propuestas para construir sistemas alimentarios más justos, sostenibles y humanos.
Esta fue tu segunda participación consecutiva en el Foro Mundial de la Alimentación. ¿Qué diferencias destacarías respecto a la edición anterior?
Mi primera participación, en 2024, fue clave porque marcó la presencia inicial de jóvenes centroamericanos en el foro. En ese momento aún no existían los capítulos nacionales, así que me enfoqué en aprender cómo funcionaban y en fortalecer redes. Ese proceso dio frutos este año: en 2025, la FAO reconoció oficialmente el Capítulo Nacional de Guatemala, que impulsamos junto a otros jóvenes que también habían participado en la edición anterior. Esta vez tuve una agenda más estructurada, y formé parte de la delegación diplomática de Guatemala durante el evento inaugural, junto a la ministra de Agricultura, María Fernanda Rivera, y la secretaria privada de la Presidencia, Ana Glenda Tager. Fue un momento muy especial porque significó el reconocimiento de un trabajo colectivo que comenzó desde la juventud y que hoy tiene respaldo institucional.
Como promotora del capítulo guatemalteco del Foro Mundial de la Alimentación, ¿qué avances destacarías en Guatemala y la región?
Logramos consolidar un grupo de jóvenes interesados en los sistemas agroalimentarios, con respaldo directo de la FAO en Roma, la oficina regional en Chile, la oficina de Mesoamérica en Panamá y la de Guatemala. Hoy estamos creando espacios de formación, incidencia y generación de propuestas. Es un paso fundamental para que los jóvenes no solo observemos los procesos de desarrollo rural, sino que participemos activamente en ellos.
Has dicho que la seguridad alimentaria no puede abordarse solo desde la producción. ¿Qué otros factores estructurales son urgentes en Centroamérica?
La producción es apenas una parte del sistema. Si queremos transformar la realidad, necesitamos políticas públicas que apoyen a los pequeños productores y a la agricultura familiar, porque son ellos quienes sostienen la seguridad alimentaria, especialmente en las comunidades rurales. También debemos fomentar la investigación y la innovación tecnológica, pero siempre desde un enfoque culturalmente respetuoso. La tecnología tiene que adaptarse a las prácticas ancestrales y no sustituirlas.
El cambio climático y la degradación ambiental siguen siendo una amenaza. ¿Qué propuestas surgieron en Roma para los países más vulnerables?
El tema de la crisis del agua fue uno de los más discutidos. Participé en el Diálogo de Roma sobre el Agua, un espacio que busca responsabilizar a los gobiernos en la gestión sostenible del recurso. Se propuso fortalecer la cosecha de agua de lluvia, mejorar el uso de datos agrícolas y promover la participación de las juventudes en la investigación. También se subrayó la necesidad de recuperar los saberes ancestrales como parte de la acción climática. Guatemala, por su parte, reafirmó su compromiso de apoyar a los pueblos indígenas en este proceso, aunque aún queda definir acciones concretas.
Tu liderazgo ha sido acompañado por la Global Peace Foundation y la Fundación Esquipulas, en el marco del ECLE. ¿Qué papel jugaron estas experiencias en tu participación en la FAO?
Han sido esenciales. Cada espacio me ha permitido fortalecer mi liderazgo y comprender la importancia de entrelazar redes regionales. Desde el ECLE descubrí mi interés por los temas ambientales y agroalimentarios. En el Foro Regional Esquipulas entendí cómo conectar esas ideas con la agenda política y la integración regional. Soy una mujer indígena, y eso también define mi propósito. Represento a una población que aún tiene pocos espacios de participación, por eso busco no solo hablar, sino llevar propuestas concretas que mejoren la vida de nuestras comunidades.

En el Foro Regional Esquipulas has hablado sobre soberanía alimentaria. ¿Cómo se traduce ese concepto en acciones concretas?
Promover la soberanía alimentaria significa garantizar que las comunidades puedan producir lo que consumen, conservar sus semillas y aprovechar los recursos locales. Centroamérica tiene una enorme diversidad climática, pero el territorio agrícola se ha reducido. Necesitamos recuperar esos suelos y fortalecer la capacidad de cada país para producir sus propios alimentos, reduciendo la dependencia externa.
En Roma insististe en el valor de los saberes ancestrales. ¿Por qué son tan importantes para los sistemas alimentarios sostenibles?
Porque los saberes ancestrales son ciencia viva. Naciones Unidas ya reconoce su valor, pero aún falta trasladarlo a la práctica. Desde la cosmovisión indígena, la tierra es nuestro hogar común. De ahí surgen prácticas como la agroecología y la permacultura, que promueven la conservación de semillas nativas, la diversificación de cultivos y la gestión equilibrada del suelo y el agua. Estas prácticas no son opuestas a la innovación, son su raíz. Si las recuperamos, podremos avanzar hacia una agricultura verdaderamente sostenible.
La juventud tuvo un papel protagónico este año. ¿Cómo pueden los jóvenes centroamericanos involucrarse más?
En la FAO me impresionó ver que gran parte del equipo técnico está conformado por jóvenes. Eso demuestra que la participación no es solo discurso. En el Foro Mundial hubo jóvenes de muchos perfiles: agricultores, científicos, académicos, líderes y negociadores. En Centroamérica aún falta aprovechar esas oportunidades. Hay convocatorias, pasantías y espacios reales de incidencia, pero debemos informarnos y participar.
Pensando en los próximos años, ¿qué alianzas regionales son clave para avanzar en la seguridad alimentaria?
El SICA es un actor estratégico, porque canaliza gran parte de la cooperación regional. Es importante que los capítulos nacionales del Foro Mundial de la Alimentación trabajemos en red, compartiendo experiencias y diseñando proyectos conjuntos. También debemos acercarnos al sector privado, que puede contribuir con recursos e investigación, siempre con una visión sostenible y de impacto social.
Representaste no solo a Guatemala, sino a toda Centroamérica. ¿Qué mensaje quisieras dejar al mundo?
Que nuestra región es un territorio de oportunidades, pero esas oportunidades deben ser justas, sostenibles y respetuosas con los pueblos indígenas. La juventud debe tener una participación consciente, basada en la realidad de las comunidades. Hablar de sistemas agroalimentarios es hablar de dignidad, de salud y de futuro.
“No se trata solo de hablar de cambio: se trata de hacerlo realidad.”
Desde el ECLE y FRE2025 hasta Roma, la historia de Verónica Yacabalquiej refleja el poder de una generación que no espera ser invitada al diálogo, sino que lo construye. Su vo recuerda que la alimentación también es una forma de paz, y que el futuro de Centroamérica depende de quienes se atreven a sembrar esperanza, para construir juntos una región de oportunidades.
